RELATOS

RELATO FCO. J. GARCÍA PULIDO
UN DÍA, UNA ETERNIDAD

A mi amigo Tito, allí donde se encuentre…

Esta tarde, reflexionando sobre la discapacidad, me he dado cuenta de lo mucho que hemos cambiado en tan poco tiempo; para bien. Si el tiempo es relativo, se podría afirmar que para nuestro protagonista un año podría parecer un día…; un día una eternidad…

El joven, desde su balcón enrejado de la Calle Nueva, contemplaba el mundo a sus pies. Sentado en su particular escaparate la ciudad se le antojaba infinita, como un universo sin explorar. La gente iba y venía…; algunos saludaban; otros sonreían; otros, sencillamente, le hacían invisible. Los niños se mofaban, crueles en su pueril ingenuidad, y los ancianos quedaban ensimismados como quien se encuentra ante una obra de arte. Él, en cambio, fue cumpliendo años, preso en su particular atalaya, guardián de todas las miradas, piloto de una nave inamovible…

Tuvo la desdicha de nacer así, su inteligencia tenía límites para la ciencia, pero su corazón contrarrestaba con creces su etiquetado déficit. Le tocó vivir una época en la que la palabra integración aún no había ascendido por los peldaños de la sensatez, y donde el déficit intelectual era considerado una deshonra, cuando no una vergüenza que había que recluir. Su familia, libre de cualquier tipo de crítica o reprobación, actuaba según los designios del momento; no en vano era la norma, lo políticamente correcto. Él, sin embargo, ajeno a todo ello, compartía charla con los amigos que se le acercaban para acompañarle en su particular viaje, dejando libre por unos instantes su asiento de piloto.

Pero su realidad era sesgada, limitada, incierta y absurda, como los moradores que describiera el filósofo en su mito de la caverna. A pesar de ello, desde su balcón preferido, su balcón de la Calle Nueva, contemplaba la vida pasar, minuto a minuto, sin perder detalle. Impecablemente vestido y con una educación exquisita hacía gala de su buena cuna, y siempre tenía una palabra amable y una sonrisa en su rostro. Más que tertuliano fue gran “escuchador”, pues era capaz de permanecer largo tiempo en silencio siguiéndote atentamente, asintiendo, riendo, compartiendo su bien más preciado. Al despedirme de él rápidamente volvía a su posición de vigía, mientras a mí se me hacía un nudo en la garganta, aunque procuraba que nadie se diera cuenta de ello. Cuando quedaba solo, seguía contemplativo en su quehacer cotidiano…

Así continuó cumpliendo minutos, días, semanas, meses…, hasta que un buen día se nos fue a otro viaje incierto. Quiero pensar que al fin pudo terminar su periplo, llevando la nave a mejor puerto.

Francisco José García Pulido
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RELATO ANA HERRERA GORDILLO


DESPERTAR DE UN PROFUNDO SUEÑO


     Os voy a contar un pequeño relato de lo que ha sido mi vida, desde pequeña hasta la actualidad.

         Mi infancia fue muy feliz con mis padres y mis hermanos. Vivíamos en un pisito chiquitito de La Jarcia. Recuerdo cuando de pequeña nos vestíamos de gitana e íbamos a la feria, nos montábamos en los cacharros y nos hacíamos la famosa foto en el caballo, entrábamos en la caseta para comer  y cuando nos íbamos para casa teníamos que cojer un taxi porque la caminata se nos hacía muy pesada de tanto andar por la feria.

         Cuando íbamos andando el día de Reyes a casa de los abuelos y tíos para recoger los regalos, te encontrabas por esa Calle de La Plaza con gente y niños cargados de juguetes.

         Estudié en el Colegio Santo Ángel con las compañeras que pasábamos de clase juntas. Uff!! Que de recuerdos!!!!! Hoy, después de más de 30 años de haber salido del colegio, cuando nos vemos nos da una alegría enorme.

         Y esos Barreros, la de veces que he andado por ellos para ir del campo al pueblo y viceversa.

         Cuando empezé a salir con mis amigas, nos reuníamos en La Plaza de Jesús y luego íbamos paseando por la Calle de La Plaza hasta la Plaza de La Iglesia para seguir el camino hasta el parque del El Porvenir.

         Cuando cumplí los 18 años, aún tengo la foto!!!!!!!!!!!!

         Un año después, conocí a una persona que ,sin saberlo, iba a cambiar el rumbo de mi vida y empecé a caer en UN PROFUNDO SUEÑO, que duraría 23 años. En esos años era como si viviera en otro mundo , mi vida se fue cerrando en un círculo, esa pesona hizo que mi personalidad la guardara en un baúl y empezara a desconocer a mi propio pueblo y gente.






         Pero, un gran día empecé a despertar, hasta el punto que mi vida fué dando un giro muy
grande. Desperté con 2 HIJOS MARAVILLOSOS y mi vida fué recuperando el tiempo perdido.

         Empecé de cero, teniendo que buscar casa, trabajo y hasta todo lo necesario para un hogar, como es muebles, ropa de hogar, utensilios de cocina, etc. Todo, por supuesto, con ayuda de MI FAMILIA, AMIGOS Y PERSONAS DESCONOCIDAS PARA MI PERO, AMIGOS DE MIS AMIGOS.

         Hasta que un día mi AMIGO JACOB OSUNA me agregó a este MARAVILLOSO GRUPO que hizo que recordara esa  infancia tan bonita que tuve y ese Puerto Real tan maravilloso que teniamos y no tiene porque perderse.

         Desde aquí doy las GRACIAS a VIRGINIA por CREAR este GRUPO, a FERMIN por ser ADMINISTRADOR junto a ELLA y a TOD@S los MIEMBROS de este GRUPO por SEGUIR dándole VIDA.


GRACIAS.
 UN MILLON DE GRACIAS.
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Sentir la vida. de Curro Meloja.


Hace mucho tiempo cuando apenas contaba con 17 años en el año 1978, el mundo giraba a mi alrededor, todo me parecía sencillo y maravilloso, todo era fácil, los amigos lo eran todo, un día de primavera estábamos  jugando en las canteras a tirarnos piñas cuando ocurrió algo que a nosotros nos dejo boquiabiertos, sobre todo a mi, en ese momento pasaba una  chica montada en bicicleta, pero lo asombroso es que ella no pedaleaba  sino que tiraban de la bicicleta dos perros negros y enormes de raza pastor belga, todos mirábamos aquella estampa, pero lo que no puedo olvidar es su hermosa figura y el preciso momento en que me miro, vi unos ojos oscuros en una cara sonriente era una diosa en ese instante, todo paso muy rápido, pero fue mas tarde el tema de  conversación  con los amigos, que si los perros, que si la bicicleta, que lo buena que estaba la chica, que quien era esa chica, como se llamaba, en fin cada uno dijo lo que le pareció. Escuchaba todos los comentarios de mis amigos pero no se porque me molestaban todos los que hacían sobre Yolanda, que es como se llamaba la chica  de ojos oscuros y bella sonrisa. Trate de ocultar  mi  vergüenza y sonrojo cuando yo decía algo sobre ella así que deje de comentar para no sentirme ridículo ante mis amigos, pero  estaba atento a todos los detalles que ellos decían, así me entere por mi amigo Antonio que Yolanda vivía cerca de la Plaza de Jesús y que estudiaba en la escuela del Santo Ángel y cursaba  en octavo con catorce años cumplidos. Por lo tanto y después de pasar unos días y sin que mis amigos se enterasen fui a la puerta del Santo Ángel para verla pasar, pero claro un poco escondido detrás de un tronco de naranjo para que ella no me viera, esto no me sirvió de nada, salían tantas niñas y todas a la vez que era muy difícil de verla, fue una desilusión no verla pasar, repetí la operación varios días. Después de semana santa la vi salir del colegio, era un día soleado y perfumado por el azahar de los naranjos,  me dio un vuelco el corazón, ella iba con unas compañeras y cual fue mi sorpresa cuando se dirigieron hacia mi, no sabia que hacer, decir, donde meterme, trágame tierra, pero espera, una de sus compañeras es Conchi vecina de barriada.-Hola Curro que haces aquí me pregunto Conchi.-Estoy esperando a mi prima, fue lo primero que se me ocurrió, menos mal que no se le ocurrió preguntar por saber quien era mi prima, Conchi siguió hablando.- Esta es mi amiga Yolanda, la conoces.- No de nada,…. bueno me voy que mi prima se abra ido por otro lado….  salí corriendo. Perdí la oportunidad de conocerla ese día, tuvieron que   pasar varias semanas  para verla otra vez, pero en esa ocasión tuve mejor suerte pues ella fue a casa de Conchi para unos trabajos del colegio y yo estaba con mis amigos Rafa y Antonio sentados en un escalón de la escalera de casa de Conchi, esta vez no salí corriendo y fuimos presentados, ella estaba muy guapa con el pelo corto y su maravillosa sonrisa, olía muy bien. Hablamos poco, lo suficiente para decirle que estaba en la Escuela de Las Canteras en el 3º curso de carpinteros metálicos, ella me dijo que cuando terminara la EGB. estudiaría en el instituto. Desde ese día fueron mas las ocasiones en que volví a verla pues ella iba muy a menudo por casa de Conchi, así que me llevaba muchas horas al acecho solamente por verla y hacer amistad con ella, pero había un problema, mi amigo Antonio también estaba interesado por ella y  dijo a los amigos que iba a intentar conquistarla, en cambio yo me quede mudo y no supe decir  así que el tomo la iniciativa y como de un reto se tratara todos deberíamos de ayudarle. La verdad fue que con el tiempo nos reuníamos un grupo de cuatro chicos, Antonio, Rafa, Pepe, yo y cuatro chicas Conchi, Tere, María Jose y Yolanda, siempre teníamos un tira y afloja con ellas pues ellas hablaban de otros chicos y pocas veces nos insinuábamos, por otra parte en mi interior cuando estaba cerca de Yoli y hablaba con ella me sentía muy bien y creo que a ella le pasaba lo mismo. Así de esta manera llego las vacaciones de verano y los cuatro amigos íbamos en bicicleta todos los días al río, estábamos muy fuertes y por supuesto muy morenos, jugábamos al futbol, a tirarnos pellas de fango, a las ahogadillas, muchas veces competíamos a ver quien conseguía cruzar el río antes, no parábamos y cuando regresábamos a casa competíamos a ver quien llegaba primero y la cuesta del gallinero nos la subíamos a toda velocidad , la verdad es que la mayoría de las veces el triunfo era mío, Por la tarde salíamos por la calle de la Plaza, Sagasta y terminábamos en el Porvenir, allí esperábamos a que vinieran las chicas, otras veces íbamos por el Paseo de las Canteras hasta el Inesperado y allí nos reuníamos alrededor de los coches de choque que allí se instalaban, así fue pasando el verano entre baños en el río y  largos y deliciosos paseos cuando decidí dar el paso definitivo y declarar mi amor a Yolanda, fue llegando al Porvenir una fresca noche del mes de agosto, ella iba a mi lado un poco mas atrás del grupo y en un arrojo de valor le dije al oído que si quería salir conmigo, la respuesta fue que si, que desde el día que me vio en las canteras cuando iba con sus perros se había fijado en mi y estaba deseando que diera el paso, creo que ese fue el momento mas feliz de mi vida, aunque en ese verano hubo momentos inolvidables, como el paseo cogidos de la mano, el grabado en un eucalipto de un corazón con las iniciales de Curro y Yolanda cerca de la fuente de las canteras, el primer beso…. todo fue maravilloso y siempre a escondidas teníamos 17 y 14 años, el verano iba pasando y se formaron dos parejas mas Conchi con Antonio y María Jose con Rafa . Íbamos al cine de verano de la calle ancha, comíamos helado de La Valenciana pero lo mejor era pasar la tarde noche en el porvenir, y acompañarla  hasta la plaza de Jesus y con un beso a escondidas decirle adios . Ese fue mi mejor verano y creo que fue por el cambio maravilloso que se iba produciendo en nuestras vidas, por el primer amor y por la verdadera amistad, aunque con el paso del tiempo cada uno a labrado su destino y ha cogido un derrotero distinto la amistad perdura con el tiempo.
Después de este dulce verano la vida siguió……..  hay muchas mas cosas que contar, esto fue solamente el inicio...


 Posdata. Los nombres están cambiados para no  molestar a una amiga...


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RELATO PEDRO BERNAL

Surgió cuando mis ojos vieron una antigua fotografía escolar en  éste  Muro:  Cosas  puertorrealeñas que  se  han  perdido.


Una  simple  mirada  era  suficiente  para  recordar  uno  a  uno  los  compañeros  y  a  la  chica.           Aún  habiendo  olvidado  algunos  nombres,  y  el  discurrir  de  sus  vidas  por completo.                      Con  ninguno  había   mantenido  contacto  desde  entonces,  salvo  excepciones  esporádicas.

Los  recuerdos  y  con  ellos  los  sentidos  y  los  sentimientos,  afloraban  a  mi  mente  reviviendo  el  pasado  con  ellos.  El  lugar:  “La  Casa  Colorá”.  Lo  primero  que  me  vino  a  la  mente.
 Los  vestidos,  La  forma  de  comportarse  y  dirigirse.  Las  graciosas  pecas  de  algunas  caras.
 Las    voces,  las  sonrisas,  el  agradable  y  acogedor  aroma  del  patio  y  el  griterío  agudo  y  estridente  de  los  mas  pequeños. … Don  Jacobo.  Mi  primer  maestro,  jubilado  y  con  considerable  edad  clamando  fuera  de  sus  casillas:    ¡¡¡niñooooos!!!  Con  su  voz de  tonos  suaves  y  graves  algo  alterada  ¡¡¡niñooooos!!!   Estaría  de  nosotros  hasta  la  coronilla.  Bendito  Maestro.

Los  paseos  y  juegos por  los  Jardines del  Muelle  durante  los  recreos.  La  fuente  con  sus  galápagos,   de piedra  labrada.  El  olor  a  mar, la  Punta  del  Muelle,   el  polvo del  levante.  Las  disputas  entre  algunos. … Tantas  vivencias  y  con  ellas  los   evocadores y  emotivos recuerdos.  Benditos  y  enternecedores  que me hacen  “estar  en  aquel  tiempo  y  aquellos  lugares”
La  Sillería  (carpintería  de  sillas)  en  la  esquina,  entre  calle  Ancha  y  Amargura.   Frente  a  la  Academia  con  Antoñito  León  de  aprendiz  de  mimbres  y   haciendo  filigranas.  Nosotros,  algunos  ayudando  o “desayudando”.  ¡Benditos  tiempos!.  Viviéndolos,  tocándolos,  gozándolos.  Sensaciones  tan próximas,  como  si  no  hubieran  dejado  de  existir  aquellos  momentos  con    los  protagonistas  de  aquellos  tiempos.

 Mis  entrañables  y  queridos  profesores :
 Don  Pablo. Siempre  trajeado  y  con  corbata.  Don  Juan Antonio  al  igual  pero  más  desenfadado.  Don Salvador, muy  joven  y  estudioso.  Don Enrique  Director  de la  Academia  y  su  Señora  Amparo.  Puntualmente también  nos  impartían clases  El  Padre  Rubio;  cura  del  Sanatorio Antituberculoso. Siempre  ágil, vital, dinámico  y  con  sotana  recogida con  una  mano al  andar.  Un  Profesor alto  y  rubio (no  me  acuerdo  de  su  nombre) a  veces  vestido  de  militar. Y  algunos  más  que  los  recuerdo  en  nebulosa por  haber  compartido  poco  tiempo con  ellos.

La  preparación de los  exámenes.  Los  mismos  nervios  de  intranquilidad.  La  superación.                Los  aprobados  y  suspensos,  (estudiaba y  trabajaba)… Compañerismo.  Intercambio  de  textos y  saberes. Comentarios,  observaciones.


De  todos  recibí  conocimientos,  cariño,  dedicación,  tiempo  y  muy  especialmente  ejemplo.
Me  hicieron  pensar  con  lógica  y  sentido  común.  Recuerdo  que  a  la  llegada  de la  primera  bebida  de cola  a  España  y  con  ello  a  Puerto  Real,  Don  Juan  Antonio Campuzano, nos  transmitió  que  desconfiáramos  de  esa  bebida  porque los  anuncios  con  los  que  se  hacía  propaganda  eran  más  caros  que  el  envase  y  el  envase  más  caro  que  el  liquido  que  contenía.  Hombre  sabio y  de sentido  crítico.
Hoy,  aún  puedo  completar  con más  elementos  negativos  dicha  bebida.

Los  exámenes  en  el  Instituto  Padre  Luis  Coloma  de  Jerez  de  la  Frontera.  Verbales.  Uno  a  uno  y  cara  a cara  con  el  Catedrático.  ¡Que  susto!.  Tan  grandes,  tan  altos  en  su  tarima,  y  yo  abajo, bajito,  pequeñito,  asustado.   ¡Que  tiempos!  Imponían  al verlos,  y  además  los  nervios.

 Íbamos  todos  los  de  mi  curso  a  Jerez  en  el  taxi  de  Coria   y  para  subir  la  Cuesta  de  la  Alcubilla  nos  teníamos  que  bajar  del  vehiculo  he incluso  empujar  para  ayudar  su  subida,  pues  el  vehiculo  a  veces  “renqueaba” y  se  negaba a  ascender.

Mi  madre  hacia  traer  los  libros  de  texto  encargados   a  la  Sra.  De un  Ferroviario  que  vivían  en  la  calle  Ancha  frente  a  la  Librería  Sasian,  Muy  amable  ella  y  que  la  recuerdo por  lo  limpísima  que  tenía  la  casa,  las  plantas  y  la  fachada.
 ¿ Que  quieres  ser  cuando…?  Me  preguntaba.  Cuando  sea  mayor  quiero ser… voy  a  ser.  Seré.


Ya  soy  mayor.  He  sido  mayor.  Casi  todo  el  ciclo  de mi vida  completada.  Estudio,  trabajo,  esfuerzo,  emigración,  retorno.  Retomar  los  estudios. …
Inquietudes y  zozobras.  Sacrificios.  Ilusiones  y  realidades.  Alegrías  y  entusiasmos.   Desde  grandes a pequeñas y  placenteras  felicidades  por  motivos  dispares:  Boda  que  volvería  a repetir  con   la  misma  persona.  Esposa, nacimientos  de  hijos.  Fallecimiento  de  nuestra  hija.  Incomprensiones. Equivocaciones.    Logros conseguidos. Hasta   dolores  en  lo más  interno  de  mi  ser  por  las  ausencias  y  que  nunca  jamás  estarán.  Tan  solo  en  la  memoria  y  con  ella,   sus   gratos  y  agradables  recuerdos.   No  quiero  mencionar  a  nadie.   En  mi  viven  todos. Familiares  y  amigos.               Siempre  los  tendré  presentes.

 Esposa.  Hijos.  Nietos.  Encadenados  por  mí  a  ésta  vida  deseada,  intensa,  maravillosa  y  corta.
Amigos  y  familiares. Compañeros  y  alumnos  de éxito.  Otros perdidos  en  el  anonimato  o  en  la  mediocridad  ajena.  Algunos olvidados  y otros  desaparecidos  para  siempre.
No  me  voy  a  quejar.  No puedo  ni  debo  hacerlo.  Vivo,  siento,  amo, … Soy  consciente  de  ello.
La  vida  me  ha  sido llevadera.  Creo  saber  llevarla  (vivirla).
 Espero  y  me  ilusiona  envejecer  sin  sobresaltos  con mi  esposa  y  la  estimada,  deseada  y  valorada  ayuda  de  la  familia  y  amistades.   Me  propongo  vivir  activo  y  aportando  para  que  sean  más  felices  los  cercanos  y  los  lejanos.  De  ésta  forma  también  participaré  yo.

Y  ahora gracias  a  vosotros  los  que  leéis en  este  Muro  de  Cosas  Puertorrealeñas  que  se  han  perdido,  Este  corto  relato  que  ha  motivado  y  propiciado  mi  escrito.                                       Agradecido  por  lo  que  me  dais  a  diario.  La  oportunidad  de  contactar  y  comunicar.
Saber  de  vosotros,  los  de  más  edad.  Los  que  habéis  vuelto.  Los  que  nunca os  marchasteis.         Los  ausentes  localizados  y  haber  si  puedo  también  dar  las  gracias  en  su  día,  a  los ausentes  perdidos  y  rescatados  por  y  para  éste  Muro.

 El  dinamismo  de  los  jóvenes.  Pues  puedo  conoceros  y  saber  de vosotros a  través  de  apellidos enlazados  y  fotos  de  vuestros  padres,  abuelos,  familiares,  amigos  y  acontecimientos.
De  todos  deseo  saber  y  conocer.  Aprender  cada  vez  que  subo  al  Muro.  Sonreír  con  algunas  ocurrencias,  sufrir  con  alguna  desdicha  y  participar  aportando  en  lo  que  puedo.

Se  más  de  vosotros,  por  vosotros  mismos.  Y  como  de  saber  va  el  tema.
Sabiendo  que  al  otro  lado  del  Muro;  de éste  Muro  hay   vida.
Personas  que  como  yo se  afanan  en  el  día  a  día.  Superando  o  intentando  superar  el  “sin  vivir” de  ésta  nociva  y  maldita  crisis  que  a  unos  más  y  a  otros  también  nos  está  dañando.

 Ánimo  a  todas  las  personas  y  en  lo  posible  disfrutar  del  cariño  de  los  más  cercanos  y  el  respeto  de  los   más  lejanos.  ¡¡¡Gozarlo  plenamente!!!  Y  si  sois  en  un  momentito   felices.
 Aunque  sean  varios  segundo  felices;  compartir  ése  fragmento  de  felicidad  con  quien  tengáis  a  mano.   La  felicidad  compartida  es  más  placentera,  gratificante  y  recordable.

¡Ah! … me  olvidaba;  Salud  para  todas y  todos.

PEDRO BERNAL

 

 

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RELATO ÁNGELES MENA RUIZ

EL PORVENIR

            Se me agolpan en la memoria muchos recuerdos y momentos vividos en El Porvenir.

Allí aprendí a montar en bicicleta, sin las ruedecitas pequeñas de los lados, sujetándome mi padre por el transportín, mientras mi madre sentada en un banco cuidaba de mi hermana pequeña en el cochecito, como tantas madres que se reunían allí las tardes y las tardes con sus familias. Padre por cierto, al que disfruté muy poquito, ya que falleció siendo yo muy pequeña, pero al que recuerdo, y recuerdo momentos que pasé con él como si fueran ahora, al que echo mucho de menos también. Allí me volvía a encontrar con mis compis del cole o hacía nuevas amistades. En invierno aprovechábamos el solecito de después de comer y en verano, pues por supuesto, con la fresquita y después de nuestra jornada de playa en nuestro Río San Pedro.

            Y esos domingos por la mañana…, nos cogía de paso para dar nuestro paseo dominical por Las Canteras. Pero eso sí, no perdonábamos algún paseo por los puentes de los patos, alguna tirada por el tobogán, montarnos en algún columpio, o perseguir a los palomos… Recuerdo que caí persiguiendo a uno, y tropecé con el fregadero-bebedero y ay!, mi rodilla! Acudimos a La Primera y allí me la curaron. Esa Primera… Después cruzábamos ese paso a nivel, que era toda una aventura, para llegar a nuestras Canteras.

            Cuando terminé la EGB y pasé al Instituto, cuántos recreos hemos pasado en esos columpios o en esos puentes sentados, y comiendo esos bocadillos de mortadela que comprábamos en El Bello (eso sí que era mortadela). Entonces en los recreos podías salir del centro porque no pasaba nada…

            Recuerdo mis primeras salidas de adolescente con mi primera pandilla. Quedábamos en la Plaza de Jesús, que era el sitio de reunión de todos, porque no había un banco vacío, en cada uno había un grupo de amigos. Una vez que estábamos todos, salíamos por la calle De La Plaza, calle Sagasta y llegábamos a El Porvenir, que era nuestro sitio de charlas y juegos, como “verdad o valentía”. ¿Quién no ha jugado alguna vez?. Era gracioso como nos compinchábamos unas con otras, para que sí salía verdad poder enterarnos del chico al que le gustábamos, o si salía valentía, poder rozar por un segundo la mejilla o los labios de ese chico (cuánta inocencia!).

            Me hubiera gustado haber llevado a mis hijos a que hubieran vivido todo aquello que yo viví, pero me temo que no podrá ser. Les podré contar estas vivencias o enseñarles algunas fotos, pero nunca será lo mismo, no será El Porvenir que yo conocí…

 

 

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 RELATO Mª ÁNGELES CARO LASSO

 “SI LOS PINOS HABLARAN”  

A comienzos  de este otoño dando un paseo por mis Canteras que tanto me gusta y tan buenos recuerdos me trae, primero de mi niñez: Con mis padres hermanos tardes de meriendas cogiendo piñones, de mi adolescencia mis primeros besos, de llevar a mis hijos y ahora me gusta pasear para relajarme y recordar ¡son tantos los recuerdos y todos me llegan tan hondo!


 Como dije alprincipio el otro día dando un paseo, me pareció oír hablar a los pinos entre ellos se decían: ¿Qué está pasando en nuestro pueblo? ¡Hay un grupo que quiere devolverle vida! Si eso parece, empezaron a recordar entre ellos y (yo pienso que recordar es volver a vivir)


¿Recuerdas aquellos domingos, cuando familias enteras incluso de pueblos de los alrededores venían a pasar el día aquí a nuestro pinar de Las Canteras?


Los alumnos de la escuela de Las Canteras, el domingo después de misa, a la que acudían muchas muchachas… daban su paseo ¡que buen ambiente!


El día de nuestra Patrona, ¡cuántas plegarias hemos presenciado!


¡Cuántos enamorados cogidos de la mano, cuantos besos!


En verano los Coches choques se ponían en nuestro paseo,animando a la juventud a reunirse para escuchar su música y en invierno los cochecitos para los más pequeños… cuantas cosas van faltando  y… no hablemos de la estación ¡qué pena! Ya no está.


El porvenir se ve muy abandonado y ya no van las madres a pasar las tardes con los niños.


Qué pena tantos años que llevamos aquí y nunca habíamos visto el pueblo así.


Ojala este grupo no permita que todo quede en el olvido.





                                                   Mª  Ángeles Caro Lasso de la Vega.

 

 

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RELATO ANÓNIMO

EL TABLERO.
Autor: Anónimo.

El mes de octubre agotaba sus últimos días. El verano había acabado, al menos la temporada de playa. Nosotros nos resistíamos a que llegase el invierno, a que el frío apareciese. Yo, realmente, me resistía a todo lo que tuviese que ver con Puerto Real. Tenía 9 años y lo odiaba. Acababa de llegar a este rincón de Andalucía de manera forzosa. Mi padre, soldador de profesión, me dijo un día que teníamos que venir aquí. “Voy a construir un gran barco” me decía para intentar impresionarme. Pero yo no me dejaba impresionar fácilmente y leía entre líneas. Eso suponía que debía dejar mi colegio, los amigos con los que empezaba a estrechar lazos e incluso iba a dejar de ver a Lucía, el primer amor de mi  infancia, que  dudo me echase de menos porque no creo que supiese ni que existía.
Llegamos a Puerto Real, era lunes y me enfrentaba a mi primer día de colegio. Salimos de casa y mi padre me llevaba en el coche por la Calle Real. Ese fin de semana se había cambiado la hora, una menos y el sol nos daba de cara. Esa fue mi primera y única queja de este pueblo. “Papá!! Por qué aquí no vemos?? Mira!! si es que el Sol nos va a dejar ciegos!! Por qué aquí da tan fuerte?” Mi padre, sonrió y me dio una explicación que no entendía.
Aquí te da el sol de cara por la distribución de las calles. EN nuestro pueblo, las casas están puestas sin orden, y las calles se entremezclan, entonces el sol no pasa por ellas. Aquí esto muy ordenado. Todas las calles son paralelas y perpendiculares. Es como un tablero de ajedrez.
Un tablero de ajedrez, que tontería!! Quien querría construir un ajedrez gigante???
Esa pregunta me acompañó toda mi infancia, mi juventud…. Hasta que ahora, ahora que me enamoré de este pueblo entendí lo del tablero.

Un de ajedrez gigante, para acoger a peones de gigante corazón, que cada mañana caminan al trabajo en unos grandes Astilleros

Un ajedrez gigante, para que paseen las reinas más guapas de la bahía, las mujeres puertorrealeñas, que ya pisen en blanco o en negro, van desprendiendo color.

Un ajedrez gigante, con tres torres con campanario

Un ajedrez gigante, con preciosos caballos que pasean por las canteras al llegar la feria.

Entonces entendí, que tuve una gran suerte de compartir esta partida con vosotros, y que junto vosotros quiero seguir creciendo, viviendo, riendo y llorando, hasta que la vida, sea como sea, me de su “jaque mate”.


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RELATO MANOLI GARCÍA BOHÓRQUEZ

RELATO CORTO PARA UN PASEO GRANDIOSO

Allá por el siglo XV había un lugar precioso, situado en el no menos y hermoso entorno de la Bahía Gaditana. Gozaba de una forestación propia, sus terrenos estaban poblado la mayor parte por hermosos y fértiles pinos piñoneros. También el lugar era agraciado con ricas canteras de hermosas y requeridas piedras, y por si eso fuera poco era bañado por el Mar. Esa naturaleza marina era engrandecida aún más si cabe, porque de sus aguas afluía un Gran Caño llamado El Trocadero, además contaba con ricas y hermosas lagunas, fértiles salinas, y un Río de agua salada llamado San Pedro.
Ese maravilloso entorno era ideal para habitarlo, y es aquí, donde alguien tomó la iniciativa.
Entre los pinos y el mar fueron trazadas sus calles. Hay quién cuentan que a tira de cordel fueron diseñadas, y tiene pinta de que así fuera.
Desde el Parque hasta las aguas del Balneario tuvieron que haber lanzado una gran cuerda, pues la rectitud de la calle así lo delata.
Como si de un sueño se tratara me parece estar escuchando las voces de nuestros antepasados:
-¡Quillo! Recoge la cuerda sobrante, que la C/ Sagasta ya la hemos dejado marcada. También he dejado señalado que justo aquí, al comienzo de la calle y con vista al Parque se haga una posada y en años venideros será conocida como la Posá de Bello.
-¿Pá donde quiere usted que vaya Maestro?-Preguntaba el Aprendiz al oficial-Hacia el Este, o voy hacia el Oeste.
El Maestro miró hacia ambos lados, y con vista de lince supo al momento donde quería situar la Iglesia Mayor:
- De momento, vamos a continuar construyendo hacia el Oeste. Vamos hacer una calle paralela a la que acabamos de terminar.
-A ver zagal,-Le indica el Maestro al Aprendiz -coge la punta de la cuerda y camina recto hasta el final, yo sujetaré el otro extremo quedándome aquí en el Parque.
De pronto la voz preocupada de un joven aprendiz vocifera:
-¡Maestro! La cuerda se ha terminado, y yo no he llegado hasta el final.
Sin achicarse ni por un momento, el Maestro supo reaccionar al contratiempo:
-No hay problema, esta calle se acaba donde se terminó la cuerda y la vamos a llamar C/ San Fernando, y justo en el punto donde ella termina vamos hacer una muy grande  muy  grande que  atravesará  todo  el  Pueblo, y  le  pondremos  por  nombre
C/ Real. Durante bastante tiempo será muy importante, pues los que vengan de Madrid a Cádiz tendrán que pasar por ella; además, en dicha calle habrá una Iglesia llamada San José; también habrá construcciones mucho más humilde, pero la grandeza a las Casitas Baratas que así serán conocida la aportarán sus moradores. 
-Bien Maestro, que listo es usted.
- Déjate de zalamerías y vete en busca de más cuerda, encárgate de traer bastante, pues varias calles faltan por hacer.
Rápido fue el regreso del joven Aprendiz. El Maestro que se había quedado esperándolo en la recién acabada C/ San Fernando, estaba ansioso por continuar con sus proyectos, tal como lo vio llegar se apresuró en decirle:
-Mozuelo, coge un rollo de cuerda y ven conmigo.
Atravesaron el trazado que habían hecho para la C/Real, y como aún no estaba construida la Casa Honda ni las demás viviendas continuaron caminando por aquel paraje, llevaban ya unos metros recorridos cuando el Maestro decidió:
-A esta altura, vamos hacer una calle paralela a la C/Real, atravesara el Pueblo de punta a punta y durante muchos años será la más mimada y coqueta; en días de Corpus, Peregrinación y fiestas a destacar será engalanada con guirnaldas de flores,
banderas y hasta tendrá luces de colores; en ella pasearán todas las mocitas casaderas y en una época del tiempo, los mozos las piropearán, sintiéndose ellas alagadas y a través de esa picaresca y sencilla ingenuidad saldrán buenos y estables matrimonios. La calle la vamos a conocer por la C/ d La Plaza.
Al ser la calle principal estará provista de cervecerías, cafeterías, pastelerías; incluso haremos en dicha calle una plazoleta, la decoraremos con bonitas lozas y en el centro le pondremos una farola la cual estará custodiada por tres caballitos, será conocida como La Plaza de Jesús.
En esta misma calle -Continuaba el Maestro dándole explicaciones a su Aprendiz-habrá una accesoria muy cerca de la Plaza de Jesús donde por muchos años habrá una persona que se le conocerá cariñosamente con el diminutivo de “Mateito” el cuál tendrá a la venta todos los cuentos de la época: TBO, Tintín, Búfalo Bill…Y los maravillosos cuentos de hadas, que a toda una generación de niña hará creerse princesitas. Además en vísperas de Reyes Magos colocará un gigantesco muñeco de cartón representando al Rey Melchor con el que todos los chiquillos se sentirán ilusionados y felices.
El Aprendiz seguía atento las descripciones que el Maestro comentaba, éste le decía de nuevo:
-Ahora vamos a continuar  haciendo un trazado paralelo a la C/ Sagasta, a este trazado no le vamos a dar mucha longitud, emplearemos solamente el trocillo de  cuerda que nos faltó para que la C/ San Fernando hubiese sido más larga; ésta nueva calle será chiquita pero tendrá un duende que la hará especial. Su nombre si será grande la conoceremos por la C/ La Victoria.
Las explicaciones que el Maestro le daba al Aprendiz dejaba a éste ensimismado en su escucha, a veces el Maestro se veía en la necesidad de alzar el tono de voz para que el joven le prestara más atención al trabajo, como pasaba en este caso:
-¡Chaval, sujeta fuerte la punta de la cuerda! Y quédate ahí en la C/ La Plaza, yo voy a coger la otra punta y caminaré un poco haber donde me viene bien pararme.
Poco metros llevaría recorrido cuando el Aprendiz escuchó una exclamación de júbilo en la voz del Maestro:
-¡Aquí! Aquí en este bonito Manchón voy a dejar por terminada la C/ La Victoria.
El Aprendiz, dejó atado el cabo de la cuerda en la esquina de la C/ La Plaza y fue al encuentro de su Maestro, cuando llegó a su altura lo vio con la mirada perdida a la vez que parecía ser poseedor de una Luz Divina que le daba el poder de ver pasar por aquel Manchón y aquella cortita calle que acababan de hacer el paso del Santo Entierro y el paso de Palio de la Soledad; el rostro del Maestro reflejaba y el Aprendiz así lo veía, el sentimiento de respeto y amor que todos los lugareños le profesaran por siempre a dichas Imágenes. Muchos lo harán por Fe Cristiana, y otros porque admirarán la Talla firmada por La Roldana, pero en ambos casos el respeto y la concordia será unánime, y llegado el momento, bastara decir La Señora de la Villa para saber de quién se habla.
Una bandada de palomas levantaban a la vez el vuelo, como si presintieran el tocar de campanas de la bonita torre de la Iglesia La Victoria, ésta, estará unida a un hospital en el que por muchos años será el que socorrerá a los chiquillos que en sus divertidos y a la vez traviesos juegos  (Trompos,  Limas,  Corre Montes,  Piola,  Tú la Llevas,
 El Contra, El Tiraó, Salta la Cuerda, El Castillo, La Cocinita ) sufran quemaduras o achocaduras, serán atendidos por las monjitas que cuidando a los ancianitos también estarán, y si el chichón requiere punto de sutura se llamará a Don Daniel y años después a Esteban ambos practicantes.
Este Hospital también le dará nombre al Manchón, pues por muchos años será conocido como el Manchón del Hospital.
El ruido que formó el revoleteo de las palomas sacaron al Maestro del éxtasis con el que se vio cubierto. Sin saber muy bien lo que le había pasado tomó el impulso de frotarse los ojos, y a continuación como si nada hubiese ocurrido le decía al Aprendiz:
-Vamos a continuar. Abastécete con bastante cuerda…--A la vez que se estaba pronunciando, al Maestro se le fue la vista hacia la caja de herramientas del joven Aprendiz, de un simple vistazo se dio cuenta del desorden que en ella había y no pudo por menos que llamarle la atención, interrumpió lo que en un principio le estaba diciendo, para indicarle.--Cuantito que tengas un ratito, pon orden en esa caja de herramientas, que la tienes que parece una zahúrda.
Al Aprendiz se le  puso cara de embobamiento y el Maestro enseguida se dio cuenta de que éste no había entendido algunas de las viejas palabras que él usaba, le continuó diciendo:
-No te he dicho nada malo, así que quita esa cara de panoli  y vamos a continuar. Como  te  estaba  diciendo, vamos  a  trazar  una  calle  que  quedará  paralela  a  la
C/ Victoria  y a la C/ San Fernando, fíjate bien que el rollo de cuerda sea lo suficiente grande, para que no nos vaya a pasar lo de antes; yo me vuelvo a situar en el Parque y tú ve caminando recto hasta llegar cerca del mar.
El Aprendiz hacía lo que su maestro le había indicado, portaba la cuerda llevando la certeza de que estaba trazando una línea recta pues su vista y su caminar nunca se habían apartado del Horizonte que se reflejaba en el mar; lo que el no previno es que pocos metros antes de llegar al punto y final que se había marcado para finalizar la calle, una ráfaga de Levante había movido la cuerda formándose una leve curva en la parte de la derecha según el iba caminando; cuando se percató de ello, pensó que su Maestro le iba a regañar. Pero nada más lejos de la realidad, cuando el Maestro vio el arqueo que el Levante le había dado a la cuerda supo enseguida el uso que le iba a dar, y dijo así:     
 -¡Chaval! En este rinconcito vamos hacer una capillita y la vamos adornar con una cruz de color verde, que además de bonita le va proporciona el nombre a la calle, ésta se llamara C/ Cruz Verde.
De esa misma manera pero tensando más la cuerda hizo la C/ La Palma. En ésta, puso la entrada de la Sacristía de la futura Parroquia San Sebastián y a pocos metros de dicha entrada diseño un altar en el que todos los lugareños venerarían a través de una reja a la imagen del Señor Chiquito.
El Maestro, le decía a su joven y aplicado Aprendiz:
-Cuantas súplicas y promesas escuchará a lo largo del tiempo este Señor Chiquito, habrá épocas y fechas en las que los lugareños solo contará con la Ayuda Divina. En sus rejas quedarán clavadas todos los ruegos y plegarias que con rezos de angustia pedirán, si pones oídos seguros que las escucharas:

-Que a mi marió, no le falte tó los días la peoná. 

-Ya que a mi hijo le han daó el paseíllo y me lo han matao, te pido que me ayude a encontrar su cuerpo.

-Te prometo ponerme un hábito en la camisa, si me ayuda a conseguir la Penicilina pá curar la tuberculosis de mi chiquillo.

-Un Rosario vendré a rezarte todos los días durante un mes, si la epidemia de Polio pasa de largo por mi casa.

El animo del Aprendiz se vino abajo, al presentir que el pueblo que estaba ayudando a construir le quedaba muchas penurias por pasar.
El Maestro, sabedor del desánimo que se había apoderado de su joven ayudante, le manifestó:
-Es cierto que habrá muchos problemas, algunos serán de difícil solución, pero también tienes que saber que los habitantes de este pueblo que ahora estamos construyendo, serán siempre personas nobles de corazón, con un espíritu de lucha y superación que los hacen dignos de nuestros primeros y sacrificados granitos de arenas.
El joven Aprendiz, recapacitó en las palabras que su Maestro con toda la sabiduría de los años le acababa de decir .Y se pronuncio diciendo:
-Como siempre Maestro, tiene usted razón, vamos a seguir juntos y construyamos un buen pueblo para disfrute nuestro y de nuestros descendientes.
-Así me gusta mozalbete, que el espíritu de la colaboración fluya siempre en la juventud.
 
 
                                                       Y aquí, termina  el relato de…


-¡Maestro, Maestro! Quería pedirle un favor.
El Maestro miró al joven Aprendiz y supo al momento el favor que éste le quería pedir, con una sonrisa en los labios le contesto:
-No te preocupes chiquillo, que la calle que tú quieres también la vamos a construir, le pondremos un nombre muy bonito, se llamara, C/ Monserrat, y en una de sus casas, una que estará muy cerca de la Plaza de Abasto tiene el destino previsto que allí nacerá una chiquilla que siempre llevara en su alma a Puerto Real.



                                                         Ahora si, ahora ya termino el sueño de mi relato.



                                                                                     Manoli Garcia Bohórquez


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RELATO VIEJITO

El viejito con barba bastón y bufanda

Duermo, sueño conmigo mismo dentro de 40 años. Soy un viejito con barba bastón y bufanda ¿O estoy despierto?
Estoy sentado en un banco del Porvenir, hablo con otros viejitos y viejitas de nombres muy modernos. Sus padres no pensaron que Jessica, Jonathan o Yeray no eran nombres para viejitos. Sonrío. El mío es un nombre apropiado para un viejito con barba bastón y bufanda.
            Hemos formado una comunidad templaria, los guardianes de los últimos recuerdos de la calle, de las aventuras de los niños que la han vivido y adolecido. Nuestras nuevas generaciones no la han conocido, y nosotros le contamos nuestras historias.

            Hablamos de golosinas en carrillos, de caracolas y cuñas sin plastificar, de que no existían carteles en los que se prohibía jugar a la pelota y de que fuimos lo últimos en soñar con algún juguete de moda, porque los regalos estaban restringidos a cumpleaños o reyes.

Je, no se lo creen, pero en el cole usábamos papel y lápiz y no teníamos ni idea de lo que era un ordenador o Internet. No, al menos en nuestra niñez.

Sueño que mis amigos viejitos y yo, con barba bastón y bufanda, hablamos. Recordamos cosas puertorrealeñas que se han perdido. ¿O estoy despierto?

Sueño que hablamos de de un antiguo cine en la Calle de la Plaza, de un tren que veíamos pasar sentados desde estos mismos bancos.¿Estoy despierto?

 Hablamos de unos americanos que vinieron a Puerto Real a construir coches y que los recibimos al estilo Mr. Marshal, pero que se fueron sin contemplaciones y de astilleros, justo donde empieza el viejo puente, que era el único modo de llegar a Cádiz.
 Recordamos un parque de las Canteras con vida, y unos bancos muy bonitos que se encontraban justo donde estamos ahora sentados.

Son las 18:00h, tenemos que irnos. Hoy nuestros nietos actúan en un festival benéfico. Yo, con barba bastón y bufanda, voy a presentar por última vez. Es el reencuentro con mi profesión, esa a la que tanto quise y de la que ya estoy jubilado. Un grupo de jóvenes me han invitado como “vieja gloria” a saludar al público de Puerto real. Es una fiesta que cumple 41 años. Mis amigos viejitos y yo, con barba bastón y bufanda, estamos orgullosos. Qué ilusión ver a esos jóvenes. Dicen que quieren recuperar un espíritu perdido. Algo nos suena, pero guardamos el secreto. ¿Estoy despierto?


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RELATO MARIBEL TRAVERSO 

“RETAZOS DE MI VIDA”

CAPÍTULO 1: VERANO
El verano parecía interminable. Los días transcurrían lentos y el tiempo parecía detenerse. Esa última semana, la marea nos invitaba a ir en sesión de tarde. A las 3.30h ya estábamos esperando el autobús para ir al río. Ese río San Pedro que, para nosotros, no tenía nada que envidiarle a la mejor playa del mundo. Podíamos llenarnos de fango, algo que ahora está muy extendido y  por lo que hay que pagar y nosotros lo teníamos aquí, al alcance de la mano y gratis todo el año. Yo nunca quise meterme en el fango, era tan escrupulosa que, aunque se me antojaba hacerlo, era superior el rechazo que me producía. Aún puedo cerrar los ojos y olerlo. Los días en el río eran divertidos. Podíamos coger cangrejos, muergos, ver el éxito o el fracaso de una tarde de pesca, admirar a todo aquél valiente que osaba cruzarse el río, a pesar del terrible "escalón" y del "agua rebosá" con lo que nos asustaban nuestras madres, y conseguía  llegar a la otra orilla. A la otra orilla, hijo, no al otro mundo, como tú lo llamas influenciado por los juegos de hoy. Y cuando llegaban las mareas de Santiago nos quedábamos sin arena, sin espacio para jugar, y entonces subíamos al pinar. ¡Qué maravilla! Pinos y mar... Puerto Real.
Pero el verano se acaba. Y, aunque las vacaciones de verano parecían eternas,  había que despedirse y coger el último autobús de vuelta a casa, llevándonos en nuestra piel los últimos rayos de sol.

CAPÍTULO 2: COMIENZA EL CURSO ESCOLAR
Es el momento de probarse el uniforme, cuya falda, año tras año, me parecía más horrorosa. Esta era la prueba de cómo nos habíamos alimentado durante el verano y de cómo crecíamos casi sin darnos cuenta.
Como todos los años por el mes de septiembre, había que pasar por "Tejidos Rodríguez" para comprar un par de camisas blancas, una falda, rebeca azul, calcetines marrones (nunca entendí por qué los calcetines no eran azules como el jersey...). Y, además había que arreglar el del curso pasado que, echándole el dobladillo, se podía aprovechar... Y el babi. Este curso no había que comprarlo, bastaba con echarle el dobladillo y quitarle la vuelta al puño. Y, por último, el conjunto de gimnasia. Camiseta blanca con el nombre del colegio formando semicírculo sobre el pecho y calzonas azules. Del modelito de éstas últimas no voy a hacer ningún comentario.
Y de ahí, nos dirigimos a "Palacios", que vamos a comprar los gorilas y los botines para la gimnasia, "que éstos protegen más el tobillo que los chavalines", decía mi madre. ¡Qué dos palabras más nuestras! Todavía recuerdo las risas de mis contertulios cuando dije chavalines y botines fuera de Puerto Real y cómo se carcajeaban aún más cuando además intentaba explicarles, entre risas, la diferencia entre ambos términos. Aún tengo amigos que cuando me ven me dicen: "Puerto Real is different" a lo que yo les contesto: "y a mucha honra".

CAPÍTULO 3: MI COLEGIO
Son dos los colegios que han pasado a formar parte de mi vida. El "Santo Ángel de la Guarda" donde estudié, y "El Trocadero", donde he trabajado hasta mi jubilación. Aquí me toca hablar del primero.
Mi vida escolar transcurrió sin problemas. Era una niña tímida, muy tímida, y esto sí me preocupaba. Mi timidez me agarraba la mano y no me dejaba levantar el dedo para contestar ninguna pregunta aunque estaba segura que me sabía perfectamente la respuesta. ¡Qué impotencia ver cómo otra compañera se llevaba los halagos sólo por decir lo mismo que iba a decir yo! En fin, esa cruz aún la llevo encima y no creo que a estas alturas de mi vida pueda ya desprenderme de ella.
De mi colegio guardo muy buenos recuerdos. Esa puerta verde, una de las cosas puertorrealeñas que aún no se ha perdido, se abría todas las mañanas para dejar pasar la algarabía, las risas y también algún que otro llanto de quien prefería quedarse un ratito más en la cama.  De ahí nos íbamos a nuestras respectivas filas y, de forma ordenada, tras oír la campana, nos dirigíamos a nuestras aulas. ¡Qué bonitas me parecían mis clases! Las recuerdo todas y recuerdo también a todas mis tutoras: La señorita Rosa, que sé que leerá esto, la  hermana Pilar, la señorita Mari Pepa, la hermana Auxiliadora, que estuvo hace poco en casa, la señorita Asunción, la hermana Purificación, la señorita Inda, a quien le compré hace cuatro años mi vivienda actual, la señorita Mª José, a la que quise con locura y la hermana Visitación y su campanita. Todas y cada una de ellas han contribuido a ser la persona que hoy soy. Todas me supieron transmitir unos valores y una educación de la que me siento muy orgullosa. Desde aquí doy las gracias a todas ellas por su trabajo y este agradecimiento va también para todos los profesionales de la educación que día a día se preocupan de educar y enseñar a nuestros hijos e hijas en una sociedad donde al maestro se le ha despojado de toda autoridad.
Y, de mi colegio también, conservo mis mejores amigas. Teresa Ruiz, Charo Zambrana y yo llevamos cuarenta años juntas. Increíble ¿verdad? No puedo olvidarme de Chelo, de Mari, de Mª José, de Paqui, de María, de Mª Luisa, de Fabiola, de Ángeles, con quienes compartí y sigo compartiendo, en algunos casos, retazos de mi vida. Ya en los últimos años de escolaridad y hasta nuestros días se suman Mari Carmen, Adela, María, Ana, Mª José, Ana Mari, Lourdes..., y espero no haberme olvidado de nadie.
Entonces era más fácil, creo yo, hacer amigos. Había clases por las tardes y siempre nos íbamos media hora antes para poder jugar en la Plaza de Jesús, en nuestra querida y añorada Plaza de Jesús, la de antes, la de la farola. No teníamos consolas, ni Nintendo, ni Wii, ni falta que nos hacía. Nos bastaba una tiza y un buen trozo de loza o de piedra, que si era cuadradita y de mármol triunfabas seguro. Dibujábamos un castillo en el suelo y... a jugar. Otro día tocaba el elástico, o la comba, o saltar a piola, o jugar a "leche trezna" ¿os acordáis?
Por las tardes teníamos clases como por ejemplo la de costura con la hermana Catalina, con quien aprendimos también el himno del Santo Ángel de la Guarda: "Bajo las alas del ángel custodio, nuestro instituto se lanza a la lid..." creo que con ella tuve mi único castigo y, paradojas de la vida, fue por hablar. Yo, que nunca hablaba, y ahora me veía cosiendo de pie al final de la clase por reírme de alguna gracia que había dicho mi compañera.
En fin, este capítulo se está alargando demasiado y voy a tener que cortar ya, no vaya a ser que me pillen y me castiguen en la palmera por hablar tanto.

CAPÍTULO 4: LLEGARON LOS "TÓ SANTOS"
Esta noche nos vamos a ver la Plaza de Abastos. ¡Cuántos puestos decorados! ¡Qué derroche de imaginación, de creatividad! Toca comer nueces y castañas. Y mañana vamos al cementerio a ver a los nuestros.
Todavía no nos habíamos vuelto carajotes. Amábamos nuestra tradiciones y no necesitábamos importar nada de fuera. Ellos tenían "Halloween" y nosotros "tó santos", ellos tenían disfraces monstruosos y nosotros, para disfrazarnos, teníamos el Carnaval, ellos tenían las chuches y su "truco o trato" y nosotros paquetes de castañas asadas, nueces y demás frutos secos.
En fin, un capítulo más cortito para compensar el anterior.

CAPÍTULO 5: YA ES NAVIDAD
La Navidad comenzaba con el dulce cantar de los niños de San Ildefonso. Las calles se llenaban de gente y los comercios estaban a rebosar (entonces no existían los centros comerciales, claro).
La decoración navideña era mucho más modesta que la de ahora, pero más entrañable. En un rincón del salón lucía majestuoso el árbol de navidad, con sus lucecitas de colores y adornos de todos tipos. Éste se sustentaba en un gran tiesto de barro al que mi padre le había hecho un hueco, con forma de estrella, donde poníamos el nacimiento.  Íbamos a la librería “Sasián” a comprar los espumillones. Lucían colgados por colores en lo alto del espacio que había entre el mostrador y las estanterías. Y los queríamos de todos los colores, y de los nuevos que son más gorditos, y de los que tienen colorines, y... Ya con la compra hecha nos íbamos a casa a adornar cuadros, estanterías, lámparas, la televisión y todo lo que nos parecía que debiera ser agraciado con el espumillón.
Luego nos íbamos a hacer las tortas a casa de mi abuela Carmen. ¡Qué bien les salía todos los años! ¡Cómo disfrutábamos los pequeños haciendo figuritas con la masa! Después vendría la Nochebuena de villancicos y la Nochevieja de uvas pero siempre en familia. Día de Reyes mágico, especial, aunque nunca me trajeron la soñada bicicleta ya que mis padres me protegían demasiado y les podía el miedo a que su niña pudiera hacerse daño.

Recuerdo las escapadas de mis padres para escribir la carta de los Reyes Magos. Alguna que otra carta la escribían en “Arroyal”, sobre todo los Playmobil, entonces llamados Clik de Famóbil, que tanto le gustaban a mi hermano.
De las Navidades de entonces me queda aún mi pasión por las hojaldrinas "Mata", pero las que venían en una caja rectangular con cantos verdes. Ahora parece que no saben igual o a lo peor soy yo la que ya no las saboreo igual que antes... No sé, me voy a tomar una, voy a cerrar los ojos y voy a seguir recordando...

CAPÍTULO 6: Y VOLVIÓ EL CARNAVAL
"Vamos a ir al ensayo general del coro. Este año se llaman "Aires de mi Tierra" y me ha dicho Carmelita que el ensayo es en La Salle", llegó mi madre diciendo un día. Ese fue para mí el primer contacto con el Carnaval y... no hizo falta nada más para enamorarme de él. Tanto así que mi boda la celebré aquí, en la prioral, junto con el bautizo de mi hija y fue una misa por tanguillos cantada por el coro de Julio Pardo. Aún se me ponen las carnes de gallina al recordar ese tango "Como el aroma de nardos", ese primer piropo cantado nada más salir de la Iglesia.
A Puerto Real el Carnaval llegó más tarde. Mi primer disfraz fue de enfermera y, junto con mi hermano, que se disfrazó de cirujano, y algunas amigas mías participamos en la primera cabalgata. Luego vendrían muchísimos disfraces más.
Me encanta disfrazarme, es una de mis pasiones. Así que voy a ir pensando a ver de qué se pueden disfrazar mis niños este año. Quizás podría ser de...

CAPÍTULO 7: YA SUENAN LOS TAMBORES
Por fin llega el Domingo de Ramos y su "quien no estrena se condena". El conjunto comprado en "Varela" está planchado y sobre la cama. Estrenar ropa siempre me ha gustado, no lo puedo negar, pero quizás,  en aquellos tiempos,  me gustaba más otro acontecimiento que también tenía lugar el domingo de Ramos: Abría sus puertas la heladería "La Valenciana" (entonces en la esquina de calle de la Plaza con calle Cruz Verde, donde hoy está la herboristería). Había llegado el momento de comernos el primer helado de la temporada, con cuidando para no manchar la ropa nueva ¿eh?.
Y... a ver a "La Borriquita".
El miércoles Santo, la "Veracruz".
El jueves Santo, mi cita con el Nazareno. ¡Ay, mi Nazareno, cuánto hemos hablado últimamente! Sigue dándome las fuerzas que me has dado hasta ahora y no me dejes caer. En tus manos estoy.
Viernes Santo, el Santo Entierro y “La Señora” de Puerto Real, La Soledad. La talla más valiosa que conservamos. Su solemne y diferente recogida viéndola año tras año en el "Manchón del hospital"...
Y domingo de Resurrección.
Y, en la tele, siempre ponían películas de Jesús...

CAPÍTULO 8: YA HUELE A FERIA
La Plaza de Jesús se adorna para la ocasión y luce señorial. La elección de la Reina de la Feria era todo un acontecimiento y los fuegos artificiales daban el pistoletazo de salida para disfrutar de unos días de cante y baile en el Real de Las Canteras.
El vestido de gitana recién planchado, mantoncillo, flores, pendientes, collares, pulseras... Todo está ya preparado. Y el maquillaje ¡Cuánto me gustaba maquillarme! A lo único que le temía era al lápiz negro para hacer los rabillos. Esa era la parte que nunca llegó a gustarme.
La feria se vivía sólo de noche, como hasta hace no muchos años (esto, menos mal que sí ha cambiado, porque me encanta vivir la feria de día y... hasta que el cuerpo aguante). Recuerdo la Caseta Municipal, con su entrada hecha de material y que se mantenía año tras año, al igual que la de la Caseta del Estudiante.
Pero sobre todo recuerdo la "Caseta del Pueblo", la de antes, donde colaboraban mis padres y parte de mi familia y de donde salíamos a veces cuando ya asomaban lo primeros rayos de sol. ¡Qué ilusión me hacía ver amanecer en la Feria! Allí me distraía recogiendo cascos de botellas y metiéndolos en sus cajillos correspondientes, barriendo, regando el albero..., ¡Qué tiempos aquellos!
Y el paseo por los Cacharritos. A mí sólo me gustaban los coches de choque, la pesca de patitos, las carreras de camellos y poco más. (Ya podían haberse parecido mis hijos a mí). Esto lo sigo manteniendo. Soy de casetas, de cante y baile, buen fino y de buen comer.
Y... a bailar sevillanas. Primero las aprendí con Mari Tere Quintana y luego en el Teleclub con Antonio, donde formamos un grupo de baile y aprendimos a bailar los tanguillos, los fandangos, las alegrías…
Ya suenan los cohetes que anuncian los fuegos artificiales que clausuran un año más la Feria. Vamos a darnos prisa para coger un buen sitio para verlos bien...

CAPÍTULO 9: FIN DE CURSO
Se acabó. Otro curso que llega a su fin casi sin darnos cuenta. Es hora de cerrar los pupitres, borrar la pizarra, guardar las tizas (otras dos cosas que se están perdiendo con la llegada de las pizarras digitales que, realmente, son una pasada). Aún conservo impregnado en mi nariz, el olor a lápiz, el olor a colegio.
Despedidas a las hermanas y maestras que nos habían acompañado durante todo un año.
Fiesta de fin de curso.

Ahora tocaba descansar. Nos esperaba nuestro pequeño, y a la vez tan grande, paraíso, nuestro río San Pedro. Y otra vez a empezar.
Vámonos  ya, que perdemos el autobús...


María Isabel Traverso García




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RELATO MARIA JOSE MARTINEZ

LA PETIT TORRE

Como contar mi vida para que la entendais como deciros y poderos hacer comprender que se puede querer a dos mujeres a la vez a esa que te da la vida y a esa que se la quita pa poderte hacerte una mujer ahi va mi historia.
Corria principios de los 70 y una muchacha delgadita y guapa se pone de parto y da a luz a su primera hija, vengo a nacer en una familia donde se acaba de ir el miembro mas importante que es el abuelo y todos se vuelcan conmigo, de ahi y sin saber lo que vendria luego me viene el apodo de la niña me crio entre la calle amargura y la calle santo domingo en la gran PETTI TORRE en mi nariz todavia huelo el olor a mar y en mis oidos guardo el sonido de la marea cuando todavia llegaba hasta las escalerillas.Alli fue donde empeze a dar mis primeros pasos recuerdo aquellos techos grandes como si de un castillo se tratara pero ni yo era la princesa, ni mi madre era la reina.Recuerdo que en mi cocina habia unas escaleras pequeñas que llevaban al torreon de la azotea donde yo me asomo desde el petrin para ver a mi madre irse a trabajar peligroso verdad pues si solo tenia dos años y ya me quedaba sola aqui empieza mi historia.
Lo que empezo como un cuento de princesas se convierte en el cuento de la malvada bruja hay que aprender que la vida es dura y que las mamas tienen que trabajar y tu tienes que vivir con otras personas las cuales te quieren pero que es duro que todo no es como tu te lo propones.Paso a vivir a la calle San Ignacio con mi abuela y mis tios detras de la escuela de los hermanos todavia puedo escuchar el alboroto del patio del recreo y puedo ver a mi madre barriendo ese patio de arena, y a Victor camino de tocar la campana, por que desde el balcon de mi abuela se divisaba todo, jo me acuerdo de los conciertos me salia redondo primero por que mi madre no me dejaba ir solo ha ayudarla a limpiar pero a verlo no y desde alli los podia ver, tambien desde alli veia a los niños que me gustaban cuando estaban yo habia veces que le decia a mi abuela que estaba mala para quedarme aunque no creais que se le podia engañar y asi los veia cuando salizn al recreo.
Os he dicho que estudie en el Santo Angel bueno eso de estudiar ajjajajajj a las monjas las traia locas hermana Catalina cuanto me acuerdo de usted cada vez que cojo una aguja,Don jose lo mio no fue la Fisica y Chari la historia si jajajaaj por que historia tengo pa rato pero en ese centro aprendi lo que soy una persona llana, de buen corazon y amiga de mis amigas con estudios de los que da la vida que creo que son los valores humanos y ahi habia una puerta grande verde donde habia una muchacha Rosi de aspecto menuo y serio pero de gran corazon que cuando abria corriamos como locas mis compañeras y yo para ver a nuestros primeros amores mis amigas de las que puedo recordar aunque solo nombrare algunas todas estan en mi corazon MIS MELLIS, LUISI,LIDIA,PILI,MARINA,ANA MARI todas salizmos como almas que nos llevaba el diablo para correr a casa toledo corria el año del mundial del 82 eso fue antes pero me acuerdo ahora por que mis recuerdos se amontonan en mi cabeza y es que este es bonito TOLEDO tenia televisores en el escaparate y yo salia de hacer examenes pero no valio de nada catee. Recuerdo cuando mi madre no sabia que me iba a las canteras a montarme a los coches choques, y cojia por debajo de la via que siempre estaba negado y un olor a pipi impresionante y me arremangaba los pantalones pa que no se me mancharan por que o si no como me salpicaran me iban a dar coskis de tos colores.Jo y lo que mas me acuerdo y que llegando esas fiestas no lo puedo aguantar es TO SANTOS cuando mi abuela se metia castañas y nueces en los bolsillos del delantal y nos ibamos por carretones hasta el cementerio.
Esos domingos con mis tios cuando visitabamos a mi tia Pilar y mis primos en el camino del dique pareciamos la casa de la pradera jajajaj.
Despues de todo esto quiero decir que tuve una infancia, tuve una niñez y tuve una juventuv.Y lo mejor que tuve una familia a la que le debo la vida.GRACIAS EN PARTICULAR A MI ABUELA Y A MIS TIOS QUE SUPIERON EJERCER DE MADRE Y PADRE Y A ELLOS LE DEBO EL SER LA PERSONA QUE SOY CON MIS FALLOS Y CON MIS VIRTUDES OS QUIERO.
Todo comenzo un dia 12 de febrero de 1970


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RELATO de VIRGINIA ESPINOSA 

CON OJOS DE NIÑA

Nunca pensé que en el verano de 2011 abriría mi vieja fábrica de recuerdos. Es curioso pero vivir consiste en fabricar recuerdos, pequeños trozos de existencia que quedan tiznando los acontecimientos pasados…Recuerdos en blanco y negro que vuelven a tu mente cuando la imaginación se hace libre…imágenes instantáneas que se abren con fuerza cuando accionas el interruptor de la nostalgia. Recuerdos que están ahí, atesorados en tu corazón, apretujados en tu mente, escondidos en tu alma. Aquellos, que en más de una ocasión, sacaron una lágrima o te regalaron una sonrisa.

El primer retazo de vida que alcanzo a recordar es la época más bonita e inocente  que marcó mi vida, aunque esto último no lo descubriría hasta muchos años después.

“Corrían los años 1979, 80 y 81, años en los que me tocó comenzar mi vida escolar. Cada mañana, mi madre me ponía un verdugo marrón de lana gorda antes de salir de casa e ir a coger un autocar en la Plaza de la Iglesia que me llevaría a uno de los lugares más mágicos y con más encanto que he conocido. Ese verdugo cubría mi fino pelo rubio y solo dejaba mis ojos al descubierto. Era algo que me “mataba” porque a mí, en esas frías mañanas invernales, me gustaba “echar humito”.

Era un autobús viejo al que nos subíamos niños y niñas sin saber muy bien adónde ni porqué. Pero cada mañana, al llegar a ese lugar, se me encendía el corazón y se me llenaba el alma de alegría. En aquel lugar vivían niños por alguna “extraña” circunstancia que yo no llegaba a entender muy bien. Niños con los que compartía mesa en clase y en el comedor y con los que jugaba en aquel inmenso patio, inmenso a mis ojos y a mi tamaño.

No sé porqué motivo ni razón, esos niños que “vivían” allí eran siempre mis mejores amigos. Encontraron en mí una especie de “salvadora de las causas perdidas”; a Noelia, una niña negrita con el pelo anillado al estilo afro, se le cayó un diente al caer contra un banco. Todos dijeron: ”Que venga Virginia a limpiarte la sangre mientras buscamos tu diente no sea que el Ratón Pérez se lo lleve sin dejarte nada” ;a Moisés, le pegaban por llorón, y era cierto, lloraba todo el rato y ahí estaba yo para su consuelo. Todos esos niños, sin saberlo ni ellos ni yo, me dieron muchas de las cosas que soy hoy traduciendo todas esas cosas que me dieron en valres humanos y principios de vida. Niños que vivían en ese lugar, en el que yo solo pasaba algunas horas del día, con cuidadoras y monjas. Siempre me asaltaba la duda de porqué Sor Leonor, Sor Julita y otras muchas, tenían la piel de sus manos tan blanca y tan suave. Eran manos llenas de amor que daban vida a un grupo de niños tan heterogéneo en el que no existían distinciones.

Allí aprendí a leer y a escribir con Micho, a sumar y restar, a colorear sin salirme, a besar (sí, con Manolito, con tan solo 3 años en ese inmenso patio, bajo los pinos del fondo donde había unas estructuras hormigonadas blancas con forma de parque infantil), aprendí a fingir un dolor de barriga para ir a la enfermería y tumbarme en una hamaca de tela blanca con el único objetivo de paliar la curiosidad que me invadía por querer conocer aquel lugar y sus entrañas, aprendí a fingir dormir la siesta con el fin de conseguir un caramelo por haberme dormido…

Pero lo que realmente aprendí fueron valores como la empatía, el sentido de la amistad, el cariño, el sentido de la responsabilidad( a esa edad tenía que recordar en qué parada debía bajarme del bus), la suerte de tener unos padres y un hogar, el sentido del respeto, del compartir…

A la hora de comer…todos al comedor. Ya antes de llegar, por sus pasillos, se podía oler el potaje del día, las lentejas con chorizo, el aceite caliente de los huevos fritos con salchichas, el olor a leche hervida en vasos de plástico gordo....el olor a CASA CUNA.

A la vuelta de mi casa cuna tenía dos posibles bajadas : El Porvenir o el Regio. Rezaba cada día cuando mi madre me ponía el verdugo para que me dijera que me bajara en el Porvenir. Uffffff….daba un suspiro de alivio cuando así era. Sabía que a las 5 de la tarde era la hora perfecta para bajar allí y pasar un rato jugando e imaginando cuentos de hadas y princesas. Me bajaba, corría hacia mi madre y bebía en la fuente de piedra hostionera con 4 chorritos para quitarme la sed y saciar la ansiedad eufórica que aquel lugar me producía.

Y empezaba a imaginar que aquel parque era el jardín del palacio de la princesa de mis cuentos. Buscaba entre los pececillos de colores del pilón un sapo y poder besarlo y convertirlo en mi príncipe azul y correr con él de la mano por los puentecillos de los canales por los que nadaban blancos patos, correteando a las palomas y haciéndolas revolotear en bandada al tiempo que comían el maíz esparcido en el suelo y parar a coger ramitas trenzadas de las palmeras con las que tocar los picos de los pavos reales como si de una barita mágica se tratase y abrirles sus coloridos plumajes como por arte de magia. Era el mejor momento para correr y correr, y montarme en los amasijos de hierro cuadrados y dar vueltas y vueltas en la rueda y tirarme una y otra vez de los toboganes….y correr y correr, correr por la calle Sagasta calle abajo. Esa calle….siempre me encantó. Tenía una magia especial: podías ver La Estación y Las Canteras al tiempo que vislumbrabas el oleaje del mar. Era una de esas calles con fragancia puertorrealeña…Se conjugaban el olor a resina y piñón y el olor a sal y brisa marinera.

Casi más de 30 años más tarde entiendo la moraleja del verdugo y la lección de vida que mi madre quiso darme:

Siempre que salgo a la calle, cierro mis ojos, me pongo mi viejo verdugo marrón de lana gorda, abro mis ojos y sigo mirando con ojos que miran con la misma intensidad y que hacen que el cuerpo vibre como el vuelo de las mariposas.

Solo miro………con ojos de niña.

Virginia Espinosa de los Monteros Guzmán


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RELATO de MÁRPEGI

UNA CALLE Y AL FINAL… EL MAR  

Capítulo I

Cuantos días han pasado desde que dejé esa casa.
Era un lugar donde solo sentía consuelo cuando salía del colegio, porque esa era solo mi ocupación. Llegada la hora de la salida, solo veía la puerta grande y verde del colegio.
Cruzaba la plaza, andaba otro tramo de la calle, en la esquina un comercio y a la vuelta mi calle: Luisa  Terry. Yo miraba al frente a lo lejos, el cierro donde mi abuela, sentada en su trona, esperaba y pasaba su tiempo consolada por el trasiego de los que por allí pasaban.
Era su mundo, no obstante siempre reía…nunca lloraba, a pesar de sus grandes limitaciones.
A medida que me acercaba a la casa, veía más claramente la figura de mi abuela, mirando como yo me acercaba cada vez más.
En el mismo instante que levantaba mi pierna para subir el escalón de la casapuerta, ella tocaba los cristales del cierro con golpes muy fuertes, me llamaba y me decía:

-Ve por unas sultanitas a la panadería, anda-

Yo, como de costumbre, venía con mucha hambre como para ir a la panadería en esos momentos. Aún así era menor mi apetito que el deseo  de que mi abuela se quedara satisfecha, además mi madre también me espera arriba en el balcón. Una estampa que nunca podré olvidar.

Bueno, volviendo al tema de las sultanas…si yo aceptaba ir a la panadería comenzaba  una rutina diaria que yo no entendía muy bien.

-Entra y dile a tu abuelo que te de dinero para las sultanas-
-Abuelo, dame dinero-
-¿Para qué lo quieres?-
-Para las sultanas-
-¡Tu abuela no puede comer tanta azúcar!-
-Bueno…y ¿Y qué hago yo?
-Abuela…, que dice el abuelo que estás abusando de las sultanas-

Al final…mi abuelo claudicaba y me decía:

-Espera, voy a coger el dinero-

Abría un cajón de su mesilla de noche, sacaba un monederito de plata, lo abría y con sus dedos empezaba a separar las monedas hasta que daba con las justas, ni una más ni una menos.
Luego cerraba todo lo que había abierto, y me decía:

-¡Corre!, ve  a la panadería no se vayan a  acabar las sultanas y tu abuela se quede sin ellas.-

Todo le parecía poco para ella, nunca vi un amor como el de mi abuelo, sin condiciones…sin límites .Es más , el año que murió ella, mi abuelo, sin otra enfermedad que le acusara, abatido por la nostalgia y la tristeza, fue mermando sus facultades.
Sentado frente a una mesa reposaba sus brazos  y con la cabeza metida en ellos, sólo pasaba los días y días esperando…y una mañana sin más…se fue.
Fueron muchas las historias pasadas.

Capitulo II

Recuerdo una noche de invierno arriba en mi casa.
Mi madre, me llamó para que saliera al balcón viese el nuevo alumbrado.
Salí al balcón. Era la primera vez que veía la calle de esa manera.
Veía una calle gris con reflejos dorados que el suelo imitaba por la lluvia caída durante la tarde.
Todo parecía diferente.
A la izquierda el bar Félix, el “Jerezano”, de color verde y beige. Félix, de un lado para otro con un paño entre sus manos y mirando al trasluz del impecable cristal….Un olor a violeta impregnaba el mostrador de madera.
En frente, el freidor de Casares, que atardeciendo comenzaba ese olor que invadía toda la calle.
Siempre que pasábamos por  el pequeño escaparate del freidor nos parábamos y el señor que estaba detrás nos miraba, y sonriendo, cogía su pinza se servir y nos tiraba las piezas de pescado ya fritas contra el cristal. Nosotras reíamos. Curioso, porque tantas veces que parábamos tantas veces  lo hacía, nunca se cansaba.
Don Luís, con porte delgado, cabello blanco grisáceo, peinado hacia atrás por cualquier producto de la época como la brillantina.
El creería  que yo paraba por lo del pescado, pero en el fondo miraba el porte inmaculado y enigmático, pues  él vivía un mundo al que yo era ajena. Con la cara pegada al cristal, mi imaginación comenzaba a funcionar, no se en cuantas historias irreales lo llevé hasta que el golpe del pescado contra el cristal me devolvía a la realidad.
Nunca supe su verdadera historia, pero la verdad es que vivir es parte de un sueño. Así que en uno de mis sueños estará.

Mi calle no era una calle cualquiera, era muy diversa.
Más adelante, en la acera opuesta, un ultramarinos; “Casa María”. Ella siempre en la brecha, con batallas ganadas a diversas dolencias. Escuchaba historias que allí se contaban, paciente, benévola y  sobre todo prudente. Mujer entregada a los buenos y malos acontecimientos…buena mujer.
Los baches también conforman el camino, ella era grande y la grandeza no consiste en recibir honores, sino en merecerlos.

Capítulo III

Un hombre con la cara tiznada de negro nos sale al encuentro. Sale de un sitio oscuro y  negro, todo negro…¡La Carbonería!, Manolo el carbonero.
Antaño utilizábamos braseros de picón y  se cocinaban con brasas.¡Qué tiempos aquellos ! Dicen que las comidas así cocinadas tenían mucho más sabor.
Hay momentos  que llegan sin querer, sentimientos que llegan sin saber, personas que encontramos y que nunca quisiéramos perder.
¡Stop! , parada obligatoria hacia el colegio la tienda de “Los dos Amigos”.Comercio de ultramarino. Bullicio apresurado de todas las que allí nos abastecíamos para el recreo.
Que gran comilona me daba, como si me fuera de excursión. Antonio, el tendero, asombrado por lo que pedía; bocadillo de mortadela, un paquete de patata, dos cropanes de chocolate y alguna que otra “chuche”…me decía:-¿Tú madre sabe todo lo que te llevas?-Sí..si, ella lo sabe… le contestaba yo.
Claro que lo sabía, por ello me recordaba todas las mañanas que no me llevara tonterías para desayunar en el recreo. Pero la tentación era grande.

En el colegio éramos un grupito de compañeras que siempre andábamos juntas.
Cuando llegaba la hora del recreo, todo lo que me había llevado para el desayuno había desaparecido en  horas de clase. No se como le daba las vueltas a las monjas, que cuando llegaba la hora del recreo no tenía nada, así que a pedir bocadillos.
Muchas  se negaban, pero siempre había algunas que  se conmovían. Ellas sabían que yo me había comido mi ración y aún así, nos daban .Digo nos daban, porque como ya dije antes, éramos un grupito.
Sentir gratitud y no expresarla es como envolver un regalo y no darlo. Pasaron años y todavía me siento agradecida… ¡Qué buenos momentos!

Pasan  rápido los años, uno nunca sabe lo que va a suceder y es hermoso no saberlo. Si fuera predecible, no valdría la pena vivir la vida. Si todo fuese una certeza no seríamos personas, seríamos máquinas.

El bar de “Arca” y la churrería de Antonio y su mujer Pepa. Sabor diferente a lo que ahora saboreamos. Siempre comía más de la cuenta y luego me pasaba todo el día recordando a ese feliz matrimonio. Me gustaban a rabiar.


Al final, la Plaza de Abastos y vagamente puedo recordar algo mas, varias calles mas cruzaban, pero el final de la calle si lo recuerdo “allí  cerca estaba el mar”

Aunque mil vueltas diere, aunque fuese en la lejanía, solo tengo una ilusión, que mi memoria no olvide estos gratos recuerdos, porque recordar es revivir y mantener vivas a alas personas y como dije anteriormente vivir es parte de un sueño y en algunos de mis sueños estarán.

Todo es más que suficiente para no querer olvidar ESE CIERRO, ARRIBA EL BALCÓN Y A LO LEJOS…EL MAR.



                                                A la memoria de las personas y cosas que ya no están.

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                                                                               MÁRPEGI



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RELATO TOÑI BRAVO

LA CASILLA
La casilla que se ubicaba frente a El Chato es uno de mis recuerdos perdidos de mi infancia. Siempre tuve la ilusión de conocerla por dentro pero la derribaron y nunca pude entrar.  Tengo un bonito recuerdo de esta casilla:
            Mi abuelo era capataz de vía y mi abuela guardabarrera. Ambos trabajaban en la estación de tren de Granada. Cierto día, mi tío el mayor, de 21 años y también trabajador en esta estación tuvo un desafortunado accidente y lo mató un tren. Este hecho provocó que mis abuelos pidiesen traslado puesto que no podían soportar el dolor del recuerdo tan cerca de esa estación. Fueron enviados hasta esta villa de Puerto Real, contando entonces mi padre con 3 meses de vida, y formando un hogar en esta casilla de la que les estoy hablando.
            Aunque los inicios no fueron fáciles, mi abuelo cultivaba un huerto y criaba pequeños animales domésticos que les aliviaron el hambre en años de guerra. Una guerra que también fue difícil porque mis tíos mayores, Rafael y Pepe, fueron llamados a filas.
            Fueron pasando los años y mi padre, que era el más pequeño de los cinco hijos, se casó y se quedó a vivir en esa casilla con sus padres y mi madre. Incluso yo estuve a punto de nacer allí pero mis abuelos se jubilaron y compraron una casa en la calle Concepción en el número 18, donde yo nací.
            Cuando derribaron esa casilla no sólo demolieron una casa sino también una parte importante de mi vida. Algo que se ha perdido no sólo en Puerto Real sino dentro de mí.

TOÑI BRAVO CABEZA


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RELATO PAQUI GUZMÁN 

CAMINO DE LA ESCUELA


Cuando comienzo este relato las ideas se me agolpan en mi mente, han sido muy fuerte los últimos días, han sido muchos los recuerdos que han recobrado vida  de nuevo, y han sido muchos los sentimientos que han llenado mi corazón.

No es fácil elegir un recuerdo para  plasmarlo en un escrito, además sin experiencia en esto de la literatura, sin embargo es más fuerte el deseo que el ridículo, y me atrevo a relatar un pequeño recuerdo que siempre ha estado conmigo, un recuerdo que me trae un rebujo de alegría y nostalgia,  alegría porque lo vivo de nuevo, nostalgia por lo lejano, por no poder volverlo a  vivir.

No sé cuantos años tenía , pero seguro que menos de diez.  Por aquel entonces eran pocos los que tenían tele en casa, (en blanco y negro por supuesto), o mejor dicho éramos  muchos por no decir casi todos los que NO teníamos tele.

 Para alegría nuestra, comenzaron a instalar las primeras teles en blanco y negro en los bares de la calle de la plaza, y fue cuando comenzaron mis prisas por irme al cole antes de tiempo,  también por entonces había colegio por la mañana y la tarde e incluso los sábado por la mañana.

Recuerdo como camino del Santo Ángel, algunas veces entraba en la tienda de Baltasar,( un hombre alto serio con un babi corto de color beige) que estaba en la esquina de mi casa, esta tienda como la mayoría de entonces estaban divididas en dos partes, una era tienda de ultramarinos y separada por un hueco estaba el bar, de estas misma características había otra tienda cerca, la de Paco  “el Mojo” donde mi madre hacia todos los días la compra.

Era aquí, en casa de Baltasar donde  compraba “cafelitos” esos pequeños caramelos que eran mis delicias, recuerdo que por dos reales me daba un buen puñado. Emprendía mi camino hacia el cole para  colarme  en el bar Regina para ver la tele,  los telediarios, pues era la hora de las noticias, 3 menos cuartos. El  bar Regina era un  local grande alargado, tenia entrada por la calle ancha y también por la calle de la Plaza, además de varias puertas de entrada, tenia unos pequeños balconcillos a modo de ventanas.  La tele estaba situada en la esquina interior entre Ancha y La Plaza, y la barra en el fondo contrario. Rodeando este salón un zócalo de azulejos de los de antes claro,  y de unas mesas rectangulares  con una tapa de mármol blanco  y un pie de hierro todas ellas rodeadas por unas sillas de madera.

 El televisor en una repisa en alto, lo recuerdo muy alto, y justo  debajo  de esta repisa nos íbamos agolpando un grupo de niños llenos de curiosidad por lo que emitía aquella caja, que emocionante, momentos de verdadero disfrute por lo desconocido del tema, todos atentos a lo que allí se decía sin comprender el contenido de lo que allí hablaban, pero eso si muy  atentos ………… eran solo unos minutos pero muy intensos no solo por lo que veíamos  en el tele  sino que además vigilábamos constantemente la barra del bar porque como cada tarde y cuando más entusiasmados estábamos llegaba el camarero y nos  echaba a la calle, nos resistíamos pero poco a poco teníamos que abandonar el bar para probar suerte de nuevo cuando salíamos del colegio a las 6 de la tarde.

Tardamos en tener tele en casa, fueron muchas las visitas al bar Regina, y muchas las veces que nos echaron pero guardo un grato recuerdo de aquellos pequeños momentos que disfruté delante de los primeros televisores
PAQUI GUZMÁN


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RELATO LUIS CASTILLO

Mi recuerdo de la Escuela de los Hermanos.
No recuerdo exactamente la edad que tenía cuando ingresé en ella. Me ocurrió algo que me borró de la mente todo aquello que no tuvo relación directa con lo que me aconteció. Hice la primera Comunión en ella a los 7 años, era la edad con la cual se tenía "uso de razón" para asumir la responabilidad que se contraía, por tanto y haciendo calculos hacia atrás, probablemente mi ingreso se produjo a los cinco años más o menos.
                  Ingresé en la clase 4ª, esta daba al patio de recreo, donde había una puerta de acceso y la clase estaba orientada en drección Norte/Sur y las bancas estaban dispuestas de manera que los niños teniamos que mirar hacia el norte para ver encerado. A la izquierda de este habia una puerta que comunicaba con la clase 1ª a la altura del encerado, son detalles que quizás parezcan incoherentes con mi falta de recuerdos con que comence este relato, pero como decía se me olvidó todo lo que no tuviera una relación con aquel tristísimo episodio. No puedo imaginar qué clase de tropelia pude cometer a lo sumo con seis años, que el hermano responsable de la clase, se encontró en la situación de -me imagino- no tener autoridad para imponer el castigo correspondiente a tamaño desafuero y decidió llevarme quizás como a un recluso, ante el tribunal que debiera impartir justicia: ante la presencia del hermano director a la sazón profesor de la clase 1ª. Por esto he tratado de situar las posiciones de las clases porque ni siquiera hubo tiempo ni distancia, que hicieran recapacitar al hermano a cuya autoridad yo había "ultrajado".
                   No sé cuantos ni de qué naturaleza fueron los cargos que contra mi expuso. Sé que la máxima autoridad del centro los encontró de tal gravedad que decidió un castigo ejemplar: que me recluyeran en la carbonera, un cuartucho de reducidas dimensiones y hasta el techo de carbón y en la más absoluta oscuridad. No sé si saben, que el carbón apilado encerrado y en la oscuridad pruduce un ruido sobrecogedor sobre todo cuando quien lo escucha es un niño de 5 ó 6 años y además asustado de muerte, la llorera se escuchaba en la calle. Pero a nadie conmovió y mas, llegó la hora de salir a mediodia y nadie se acordó del aque pobre niño que "transgrediendo las normas de convivencia de la clase" se hizo acreedor de aquel castigo ejemplarizante.
                   Pasaba el tiempo y claro, no llegaba a casa hasta que a mi pobre madre le resultaba sospechos y salió a preguntar a alguien si sabia de mí, y le dijeron que me habían castigado, cuando lo supo habían transcurrido más de dos horas y claro se personó en la escuela a preguntar, no sé cómo transcurrió la entrevista con el Sr. Director porque le reconoció a mi madre que se le había olvidado.
                   Algo que recuerdo de aquello, fué el nombre de aquél religioso al que le deseé que cuando llegara a las puertas del cielo, San Pedro se lo pusiera dificil al siervo Hno. Jerónimo Juan, de infeliz memoria.
p.s. Siento que este relato lastime las sensibilidades maternales de mis compañeras, pero me pareció interesante rememorar un episodio sórdido de mis vivencias.

Luis Castillo


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RELATO Mª ROSA IBÁÑEZ

RECUERDOS DE PUERTO REAL.


Cuatro cines tenía ni pueblo,

Cuatro cines tenía Puerto Real

Cine  pastor, Cine Sasian

Ideal Cinema y Teatro Principal.


Dos eran de verano, EL Pastor y El Ideal,

Los otros dos de todo tiempo.

Ahora solo queda el Teatro Principal.

Cuantas películas he visto en ellos

Cuántas películas,  es verdad.


Lo primerito el  NO-DO.

Y la peli detrás

Con el NO-DO nos informaban

De las noticias de sociedad

De los grandes casorios

De gente de notoriedad

De inauguración de pantanos

Y de muchas cosas más.


 Y mi pueblo ha crecido, ha crecido

Y mucha gente de fuera, a vivir aquí se han venido

Porque han encontrado trabajo, salud y bienestar

Y los cines ya no están


El cine Sasián  en viviendas y zapatería

Se ha convertido ya

Otro tanto sucedió con el cine Pastor.

¿Y que fue del Ideal Cinema?


Su fachada un buen día al suelo cayó

Y junto con otras casas viejas

En aparcamiento se convirtió

Luego hicieron unas casas

Unos comercios y una plaza

Y ahora hasta tiene un Mesón

Donde dan ricas comidas

Y te atienden con primor.


Un dia al volver de la escuela

Mi madre con una noticia me sorprendió

¡Hija mía he visto una casa!

Una casa que está en construcción


Es muy bonita y con mucha claridad

Está en el centro del pueblo

En la  calle Soledad

Justo donde estaba el cine

El cine Ideal.


Tiene muchos balcones

Para ver las cabalgatas y las procesiones

Y es aquí donde vivo yo

Mi  casa, donde estaba el proyector.


 Y en las noches de verano

Cuando se oculta el sol

Ocurren cosas misteriosas

¿O las imagino yo?



MARIA ROSA IBÁÑEZ RAMÍREZ



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RELATO DE FRANCISCO JOSÉ GARCÍA PULIDO
REBOBINANDO

 Vino a buscarme temprano, cuando aún no me había vestido. Medio desnuda me cogió de la mano y me llevó en volandas hasta un mar de copas verdes para contemplar, con el rostro a levante, un amanecer inconfundible. El pitido de un tren nos hizo mirar atrás y con perplejidad divisamos una multitud que se prodigaba en besos, abrazos, lágrimas y miradas congeladas, ante un ejército de “petates” recién estrenados. Dejando aquel escenario a nuestras espaldas continuamos la marcha, llegando a asustar a un millar de palomas que levantaron el vuelo, dejando desiertos los bancos de piedra y fundición, las fuentes, los puentes, los columpios…

En nuestro devenir encontramos a un grupo de chicos jugando al trompo, y más allá tres o cuatro niñas danzando al compás del elástico, mientras las madres, haciendo punto, comentaban las figuras que las nubes dibujaban en el cielo. Sobrevolando la cuadrícula perfecta llegamos a una gran calle, verdadera columna vertebral del entramado urbano. Tuvimos que echarnos rápidamente a un lado, porque una banda de cornetas y tambores, todos de rojo, imponían su febril marcha en una suerte de pasacalles potente pero hermoso; marcial pero sublime. Entramos en un bar empapelado con carteles de toros y olor agrio, escena irrespirable que sólo fue interrumpida por un grupo de hombres que alzando los vasos brindaban por el nuevo casamiento. Bajando por una de las callejuelas empedradas nos dimos de bruces con una cruz cautiva en el interior de su elevada vitrina y algo más allá observamos el humeante rastro provocado por la actividad de una próspera fábrica. Desde ahí hasta el final de la grada nos separaban unos pocos pasos, y metiendo nuestros pies en el fango nos quedamos mudas ante un ocaso de tonos naranjas y azules…

Por las calles oscuras me llevó de nuevo a mi casa, y allí en el rellano me advirtió que el recuerdo es así, desordenado y caótico, como aquel día que las dos habíamos pasado juntas.


Francisco José García Pulido


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 RELATO ANTONIO VEGA CANO

“CUANDO ERA UN ZAGAL”

Hace tiempo leí un refrán que decía : “Tiempo pasado traído a la memoria, da más penas que gloria”. Pues creo que como todos los refranes tienen razón dependiendo del contexto. Este yo personalmente no lo comparto, ya que cada vez que me vienen recuerdos a la mente de cuando era un “zagal” es raro que me vengan penas, y haberlas las hubo claro, pero esos recuerdos siempre me hacen sacar mi sonrisa y añoranza claro.

Recuerdos de “zagal” que estaba todo el día en la calle, que no tenía móvil ni internet para llamar a mis amigos y decirle que nos íbamos a la calle, sólo nos íbamos y siempre encontrábamos a alguno. Recuerdos de partidos de fútbol en el Señor Chiquito de la Parroquia, con todos sus chinos pelúos, vigilando que no viniese Manolito “el guardia” y nos quitase el balón. Recuerdos de la Harinera de la calle San José con sus partidos también de fútbol, sus partidas de bolos (los finos los llaman canicas), y como siempre el simpático de turno con su ¡¡¡ garata ¡!! garata ¡!!!

Recuerdos de esos baños en una de esas bellezas que teníamos en Puerto Real, el Balneario, de esas monjas del “Manchón” que curaban todos los cortes de los zagales, de ese caminito andando al Rio San Pedro, de esos barrigazos desde la Puntilla del Muelle, de las peleas a piñazos en Las Canteras.  De esas tardes enteras jugando en el patio de La Salle, hasta que Victor nos tenía que echar tocando  la campana  varias veces porque ya oscurecía , de esos partidos de los domingos por la mañana de la Salle, la de fútbol y la de baloncesto, después de haber ido a misa, claro.

Recuerdos de las vistas desde la azotea de mi casa de la calle San Fernando del colegio del Carso, viendo como daba los “cates y cosquis”  Miguelito a niños que le sacaban dos cuartas a él.  Recuerdos de cómo nos poníamos en la puerta de Angelita y Juan Navas  en su puesto de la calle San Fernando con cara de pena a ver si nos daba alguna chuche de las pocas que había, o algún tomate con sal que eran una delicia.  Recuerdos de mis noches de Reyes nervioso a ver cuál era el regalo que me traían, y digo el regalo porque sólo había uno, e incluso algún año era hasta el mismo, como aquél fuerte de cowboys de madera que al año siguiente me lo cambiaron de color, pero con los “convois de peseta “ nuevos, con una ilusión que cuando escucho que a algún niño le han dicho la verdad sobre los Reyes Magos, me da un montón de coraje y pena de que no pueda tener más esa ilusión tan bella.

Recuerdos de esa primera televisión que compró mi abuela, en la que todos los primos y algún amigo nos sentábamos en el suelo para ver esos Chiripitifláuticos, Bonanza,  Mazinger  Z, El Fugitivo, La Embrujada, etc , etc,  y aquellas noches de Eurovisión, dónde nos juntábamos toda la familia para  animar algo que hasta hace muy poco sonaba a facha y de pronto gracias al fútbol volvemos a poner de moda, el sentirse orgulloso de ser español.

Recuerdos de “zagal” , recuerdos que nos han marcado para toda la vida y recuerdos para lo que son, para recordarlos con una sonrisa en la cara.
ANTONIO VEGA CANO

 

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RELATO de PATRICIA MÁRQUEZ BARRENA

Corazón dividido que halla su sitio

He recordado estos días infinidad de anécdotas y momentos vividos desde que era muy niña hasta estos días. Tantos, que no he sido capaz de escoger uno sólo. Me emociono al recordar mi infancia, pues ha sido en Puerto Real donde he vivido los momentos más felices de mi vida; niña melancólica y triste que se transformaba por completo cuando llegaba, de Sevilla, a Puerto Real para reunirse con sus primos y amigos.

Todo cambiaba, “el monte de la risa”, “coger piñones”, “ducharnos en la fuente de las Canteras”, “cruzarnos el río San Pedro”, “coger muergos y cangrejos”, “embadurnarnos de barro”, “ir en bicicleta a todos lados”, “aprender a navegar”, “aprender a sonreír”…y, en definitiva, “aprender a ser feliz”.

Es mucho lo que le debo a Puerto Real y quisiera con estas humildes líneas agradecerlo de algún modo.

Conforme crecía, mis aventuras también. Con la edad de once añitos nos vinimos definitivamente a vivir a Puerto Real y no me costó trabajo adaptarme, sino todo lo contrario, encontré amigos en el colegio, en la calle, allí donde iba…y me sentía querida. Disfrutaba de la feria, del carnaval, participaba en las fiestas, salía, entraba, no paraba un segundo…

Me gustaría extenderme y narrar cada uno de los momentos divertidos y anecdóticos que disfruté, pero no vería el momento de acabar. Siempre me he definido como “sevillanita de nacimiento con guasita gaditana afincada en Puerto Real”…hoy sé que éste siempre fue mi sitio.

Gracias.


Patricia Márquez Barrena. 

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RELATO FERMÍN LANDRÓGUEZ

La “plazoleta” de Madre Loreto... no tengo dudas acerca de que lugar destacaría de mi infancia. Y reconozco que tuve unos primeros años de vida “privilegiados”, de esos en los que la mayor de tus preocupaciones es “perder el partido de fútbol de esta semana” o “estoy fatal porque ella no me ha mirado hoy a la salida del colegio”... cosas de la vida. Tendría que destacar muchos lugares de Puerto Real donde tuve una infancia feliz… campos de fútbol improvisados, el muelle, la plaza Jesús… pero hoy quiero quedarme con “mi plazoleta”.  Ese lugar en el que los niños eran niños y donde como tales actuaban y se comportaban. Cuando hoy día veo crecer a mis hijos pienso en esos días, en que intentaré con todas mis fuerzas que sean “niños” el máximo tiempo posible. Os hablaba de Madre Loreto. Imagino que cada uno de vosotros tendrá su “plazoleta” particular, su calle, su barriada... y si pienso en Madre Loreto, la veo en una estrellada Noche de Verano… esas eternas y cálidas noches en las que pasaba de todo. Y casi todo bueno... ¿Qué os parece si bajamos la voz mucho, mucho, nos quedamos en silencio, cerramos los ojos y…? ¿lo oís? ¿ya lo estáis viendo?...



Una noche cualquiera, de un sábado cualquiera. Dos amigos, Javi y Roberto, se encuentran sentados en un banco de madera. Sus piernas y brazos están repletos de “churretes” y de “postillas”, y los cordones de los botines siempre están a punto de quitarse. Aunque sus madres les han obligado a bañarse hace solo una hora, ya están otra vez en su estado habitual de “tizne”…

Javi - Kiyo, ¿porque no vamos a la Valenciana a comprarnos un “mantecao”?...

Roberto - Yo paso tío, ahora voy a jugar un campeonato de “banquitos” y jugamos la final del “Carranza”, que ayer no pudimos acabarla... además hoy están aquí los de la Barriada del Muelle y le tengo ganas a uno de los que juega con ellos... el sábado pasado nos ganaron “por la cara” y esta semana quiero la revancha. Javi - Oye, ¿me dijeron que la semana pasada le diste un balonazo en la cara al “Camelo”, el grifota… y que te rajó el balón… jajajaja, ¡con este tío hay que tener cuidado! dicen que a uno de la Calle “Vitoria” le dió una paliza por mirarle mal. ¡Ese tío es un abusón! ¡Cualquier día se va a enterar! ¡Van a acabar partiéndole la cara, ya verás!



Roberto – Ese… ¡que cabrón! el balón Adidas que me regaló mi abuelo por mi santo…Mi madre dice que ya no me compra otro hasta por lo menos dentro de un año… Que “pechá” de llorar me dí tío… y lo peor es que Carmen me vió llorando, ufff, no veas. Estaba con las amigas cuando pasó… que vergüenza.



Javi -  Jajaja… ¡eso te pasa por tonto! Pensaría seguro que eres un “niño mimao”… Además, ¡déjate de rollos que tú sabes que Carmen quiere salir conmigo! No te hagas ilusiones...



Justo en ese momento, apareció corriendo, como si a su alma le persiguiera el diablo, Jaime. Correr, ese era su estado natural. En las manos llevaba una hilera de petardos. Jaime era lo que por aquel entonces se consideraba como “un buen elemento”. Se decía que su madre ya no sabía que hacer con él, que había probado todo, Miguelito Calzo, colegios internos… Le habían llamado todos los profesores del colegio desesperados… dando las quejas por las continuas travesuras de Jaime. De entre todas ellas, en Madre Loreto siempre se recordaba aquel día en la que soltó una bolsa llena de grillos en la clase de Lengua. Lo mejor de aquello fue ver como la Señorita Toñi se subía a la silla e insistía en no bajar hasta que el conserje “desalojara” hasta el último de los insectos.



Javi – ¡Jaime! ¡Donde vas con la “embalaera”!



Jaime – Jajajaja, ¿viene alguien por la esquina?... ¿la policia?



Javi  - ¿la policía?



Jaime – Es que creo que un vecino me ha visto y ha llamado a los “locales”… ¡por un petardo! ¡Hay que ver como se pone la gente por nada! Estos vecinos no me conocen todavía… se van a enterar…



Roberto  - ¿Otra vez le has puesto un petardo en la casapuerta a Doña María?... Tío, deja tranquila a esa mujer, que creo que no está bien… además, ten cuidado con esos petardos, dicen que a uno de San Eloy le explotó uno al lado y por poco le tienen que cortar todos los dedos…



Jaime – ¡Anda ya “majarón”! Si estos petardos me los trae a mí un primo que trabaja en la Base de Rota… son americanos, ¿o es que no ves las estrellitas que trae?.



A todo eso, por la esquina se asoma un policía municipal junto con Doña María, que pese a su avanzada edad, acierta a descubrir que Jaime se ha parado en el banco a contar sus “fechorías” y leyenda… ¡Mire usted, ahí está ese sinverguenza!…  El policía resopla y por tercera vez este mes inicia la carrera persiguiendo a Jaime y a su arsenal pirotécnico.



Coincidiendo con la carrera, por la esquina contraria aparece un grupo de niñas que viene de comprar chucherías del Kiosko del Churro. Vienen corriendo, pero cuando se percatan de la presencia de los dos amigos en el banco, reducen bruscamente el paso y forman un corro en el que empiezan a reír y a hablar entre ellas.  

Javi – Hombre, hablando de la “Reina de Roma”… Ahí esta Carmen con su amigas…



Roberto – Oye... ¡Dile a Marta que venga! ¡Que vamos a salir de dudas ahora mismo! Te vas a enterar de lo que vale un peine.



Javi acepta el reto. Se levanta del banco y llama a la chica, que tras “hacerse la tonta” durante unos segundos, levanta la vista y decide acercarse “a los niños”…



Marta – ¿Que quieres? Date prisa que ha traído Angela el “Superpop” de su hermana mayor y queremos ver las fotos que vienen de Kirk Cameron… ¡que guapo por favor!... Bueno, que quieres ¿No me vayas a preguntar otra vez por “la Carmen” eh?



Javi – Kiya, venga ya… dile a este de aquí lo que a mí me contaste el otro día, lo que te comentó Carmen de mí.



A todo esto Carmen, que se encontraba en el grupo de niñas, no hacía más que mirar de reojo la conversación que tenía lugar en el banco de al lado.



Marta – ¡Oju, que pesao eres!… ¡que a la Marta le gusta un niño de su clase chiquillo! ¡Uno que se llama Carlos y que está un montón de “gueno”!



Javi – Si hombre, ¿y entonces porqué el otro día jugando a “Verdad Valentía” me preguntó delante de todo el mundo que niña me gustaba?



Marta- ¡Poyoquesé! ¡Mira este!… ¡pregúntaselo! Además… ella me dijo el otro día en “la biblioteca” que Roberto le parecía muy lindo!



 En ese momento Roberto comenzó a reírse y a dar botes de forma nerviosa. No paraba de empujar a su amigo que se quedó con la cara muy seria después de que Marta pronunciara su involuntario “dictamen”.



Roberto – Jajaja, ¿lo ves? ¡Te lo dije tío! ¡Lo sabía! Jejeje…



Roberto, crecido y casi sin pensarlo... se lanza con una propuesta que llevaba planeando hace tiempo…



Roberto – Oye Marta, pregúntale a Carmen si quiere venir mañana al Cine Sasián, que vamos a ir a ver “E.T” que dicen que “te partes” con el bicho que sale, jejeje…



Y así fue… Al día siguiente nuestros amigos se pusieron sus mejores “galas” de Domingo, extendieron la mano para coger las 25 pesetas que sus padres les dieron y se echaron medio tarro de colonia por todo el cuerpo.  Y pese al retraso habitual con el que Carmen y sus amigas se presentaron… fueron todos “en pandilla” al cine a ver  “E.T”.



Pero Roberto se equivocó el día anterior en una cosa… terminaron todos llorando a mares con “el bicho”. Bueno, se equivocaba también en otra cosa  que les costaría a los dos amigos más de una semana de no dirigirse la palabra. Y es que Carmen y Javi terminaron sentándose juntos en las viejas butacas del Cine Sasián.



Por suerte para Roberto, a la salida del cine se agachó a coger una chaqueta que estaba en el suelo delante suya… era de Silvia, una prima de Carmen que inexplicablemente había pasado inadvertida para el joven durante toda la tarde. Sin embargo, al mirarla a la cara… dejaría de parecerle anónima por mucho tiempo, por muchos años…



La tarde de Domingo  avanza y los niños siguen siendo niños. Cambian de banco, de calle, de barriada, se dedican a  explorar, a jugar… incluso a veces se pegan, conocen nuevos amigos, mienten, ríen y lloran casi a partes iguales… y casi al mismo tiempo que van descubriendo cosas, se van sucediendo los días, y esa noche de verano eterna será para siempre de ellos…solo para ellos. En una día cualquiera, de una plazoleta cualquiera…




FERMÍN LANDRÓGUEZ SALINAS

 

 

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RELATO ÁNGEL DELGADO

Hoy,  tal y como suelo hacer las veces que me acuesto con mis recuerdos, no voy a ejercer de cuentacuentos en silencio. Iba a contarme esta historia como si fuese un sueño pero... ¿cómo se cuentan los sueños rotos?. He decidido contarla en voz alta, para que me oigan más allá de mi pueblo.
Han demolido la estación de tren.
En sus andenes lloraron vidas y de ellos se han barrido adioses, abrazos y versos. Aquella estación se levantó en torno a 1860 y formó parte de la segunda red ferroviaria del país. Era una de las más antiguas de España. El andén de esa estación fue lo primero que pisó mi abuela al llegar a Andalucía, con tan sólo 15 años. Y de allí tuvo que partir en los años de posguerra, sola, y con cinco hijos bajo el brazo.
Sobre aquel andén se dejaron besos que flotaron en el aire encendido, a fuego y a sangre, entre dos Españas enfrentadas en una absurda guerra de casapuertas.
Allí esperé a amigos, al viento, a amores perdidos. Allí he repasado las últimas líneas para un examen, he escrito, he llorado, he reído. Y hasta intenté averiguar a veces, mirando el reloj que colgaba del techo de la estación, las horas que me quedaban para sentirme vivo.
Y ahora todo se ha roto a golpe de grúas, metales, hierros y ni un solo grito.
Maldigo a todos los responsables que han permitido que el patrimonio de los sueños rotos se vea engrandecido por la riqueza de sus bolsillos... sean quienes sean... yo los maldigo.

 

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RELATO - Manoli Arjona

AL SON DE UNAS CASTAÑUELAS
El domingo 18 de Septiembre de 2011 podría haber sido una fecha más en mi vida, pero nada más lejos de la realidad.

Todo transcurría como un domingo cualquiera, hasta que sonó el teléfono, ¿qué ocurre? ¡Anichi Guardacampos ha fallecido! En ese momento vinieron a mi mente miles de recuerdos y ¡todos buenos!

No podía creer que la persona que hizo que amara el  baile ya no estuviera con nosotros. Desde ese momento pensé en escribir lo que significó para mí el conocerla, hacerle un pequeño homenaje, pero no me salían las palabras, hasta que me armé de  valor.

¡Anichi, ahí van mis recuerdos!:

Estando aun en EGB (siglas que también se han perdido), mi hermana daba clases de castañuelas con Anichi. Yo era pequeña y mi madre pensó que a mi no me gustaría o que no aguantaría las clases, pero tras mucho insistirle me apuntó. Desde ese día cambió mi vida.

Cuando fui a casa de Anichi por primera vez y la escuché tocar sus castañuelas me enamoró ese sonido. No he visto a NADIE tocar las castañuelas como ella.   ¡Tenía un don!

Después vinieron las clases de sevillanas, y me encantaba ir a clases para ver cómo se movía (sus brazos y manos tenían vida propia)

Un día Anchi preparaba un baile para festejar el día del Colegio Santo Ángel, ni más ni menos que unos “TANGUILLOS DE CADIZ”, pero sólo podía seleccionar a niñas de dicho colegio ( yo pertenecía al Olmo).
Me tenía que conformar con ir y ver los ensayos. Me sabía todos los pasos de tanto mirar, todo por si ocurría un milagro.

El día de la actuación se aproximaba y una de las niñas le falló. En ese momento me miró y me preguntó ¿quieres bailar tu? ¡Y el milagro ocurrió!
Yo no sabía qué decir, estaba tan entusiasmada como asustada, pero mi respuesta fue SIIIIIIIIII.

Corriendo se lo dije a mi madre, la cual me preguntó ¿estás segura?¿no te dará vergüenza?¿podrás bailar delante de tanta gente? Todas esas preguntas me las hacía yo misma una y otra vez, pero Anichi me dijo: “TU PUEDES” , y así fue.

Ese fue mi comienzo en su grupo. Después vinieron ferias en la Plaza de Jesús, fiestas en el Instituto Virgen del Carmen, y más tarde empezamos a actuar fuera de Puerto Real.

Ya se había consolidado como Grupo Cultural de Danza de Puerto Real, y Anichi tuvo razón, “pude hacerlo”. Ella confió en mí desde el primer momento y me ayudó a superar mi miedo a hacer el ridículo. Siempre decía “si te equivocas, no te pares, sigue bailando”.
Ese consejo lo he intentado llevar a cabo a lo largo de mi vida, y quisiera transmitirlo aquí: “Todo el que tenga un sueño que lo intente, aunque se equivoque, hay que continuar”

Anichi, ¡Qué suerte tienen los ángeles! Te han llevado con ellos para que le bailes al compás de unos Fandangos de Huelva, unas Bulerías o unas Soleares y toques por sevillanas las castañuelas como solo tú sabes.

¡DOY GRACIAS por haber tenido la gran suerte de conocerte!

Un beso fuerte allá donde estés.

 

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RELATO AUXI CASTILLO

Siempre he dicho que tuve una infancia y una juventud maravillosas, y que por lo tanto no me gustaría volver atrás,cada edad y cada momento tienen su tiempo y hay que disfrutarlo a tope, pero después de estos intensos días de recuerdos, hay unos momentos de mi infancia que si volvería a vivir, porque los recuerdo con un poco de añoranza.

Recuerdo que mi padre nos llevaba de pequeños a dar grandes paseos por el pueblo, pero sobre todo a Las Canteras... qué grandes momentos! "hoy vamos a coger piñones", venga , allá que ibamos con nuestra bolsita, rebuscando en el suelo alguna piña que no estuviera abierta, sacando los piñoncitos y echándolos a la bolsa, también aprendimos algo de flora, las retamas, las orquídeas... y una plantita que daba un "fruto"imagino, que era como una bola verde, y mi padre decía que si le dabas con una piedra explotaba... nunca lo logré (aún las veo de vez en cuando por ahí, y me dan ganas de intentarlo otra vez).Después de un gran rato caminando, a la fuente de piedra a beber, yo tenia que subirme porque no llegaba bien al grifo, con lo cual me mojaba los zapatos, por más que intentaba que no. Ya de vuelta a casa, con los zapatos mojados, la rodilla pidiendo "crome" por algun resbalón por los montes , la ropa manchada de resina de algún pino ( que bién olía, pero cómo se enfadaba mi madre), y cansada, pero loca por enseñarle a mi madre los piñones, y comerlos viendo alguna pelicula después del almuerzo.

Estos momentos no los olvidaré nunca, ocupan una gran parte de mi pasado, y me atrevería a decir que incluso me ayudaron a ser la persona que hoy soy.

Gracias por hacerme vivir otra vez este "ratito".


Auxiliadora Castillo


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 RELATO - José Guzmán


RECUERDOS QUE NUNCA SE OLVIDAN

Tal vez no me acuerde de la edad que tenia, pero ese suceso me impacto muchísimo, y digo me impacto, porque antiguamente la Autoridad tenia mas poder que ahora, y recuerdo muy bien que un día cuando yo tenia apenas 8 o 9 años, en compañía de otro amigo y vecino mío, estábamos tirando piedras en un descampado que había junto a la plaza de la Iglesia, donde actualmente se encuentra el hostal, por aquel entonces era solo un descampado y vallado, pues bien, sin esperárnoslo, apareció un guardia municipal, que bien lo recuerdo era Manolito el guardia, un hombre muy bajito pero a la vez muy serio, nos cogió a ambos por una oreja y nos quiso llevar a la jefatura, por lo que empezamos a decirle que no habías hecho nada y después de tanto insistir, nos dijo que por una vez no nos iba a pasar nada, dejándonos nuevamente libre como el viento.

Cuantos momentos he pasado con mis amigos, compañeros y vecinos, todos en uno cuando era pequeño, cuando terminaba las clases, y mas los fines de semana nos íbamos a jugar a la plaza de la iglesia a todo tipo de juegos, al Contra, al escondite, a tu la llevas, y nunca teníamos distinción entre niños y niñas, es decir nos íbamos todos a jugar a todos estos juegos, y creo que éramos mas felices que los jóvenes de actualmente.

Cuantas veces nos hemos ido a las Canteras a jugar a los piñazos, a los pepinazos, y también al escondite con una pelota, nos conocíamos las canteras de punta a rabo, como si fuera nuestra propia casa.
Muchas veces pienso por la cantidad de colegios que he pasado en mi infancia, parecíamos terroristas o delincuentes, por los edificios que he pasado al igual que todos los que hemos estados en esos colegio, no se si alguno se acordara de esto, pero recuerdo que entre por primera vez en la escuela La Cárcel, de allí, no pasaron al Colegio el Muelle, del Muelle, por falta de medios o por ruina del colegio al Colegio La Jarcia, actualmente donde esta la Policía Local, de allí nos pasaron al Juzgado, donde estuvo la policía Local y después las oficinas del Agua, ahora mismo ya no se ni lo que hay allí, y por ultimo pasamos a recibir nuestras enseñanzas al antiguo Sindicato donde actualmente se encuentra la Residencia de Día en Carretera Nueva esquina con calle Soledad, donde antiguamente estuvo la Policía Nacional.

La infancia de cada uno es un libro para la historia, pero  algunos recuerdos no se olvidan aunque pasen muchos años, aun recuerdo aquella fuente que había junto al edificio del agua en el Porvenir y  los abrevaderos que había para los animales, muchísimas veces hemos bebido agua allí y hemos jugado en el porvenir, se podía jugar con libertad, sin miedo a que nos pasara algo, tuviéramos la edad que tuviéramos, allí estábamos jugando todos los días, nos juntábamos casi 15 pequeños jóvenes de entre 8 a 13 años para jugar a los juegos de entonces, se respiraba confianza entre unos y otros, creo que no había ni maldad, cosa que no sabíamos muchos que es lo que era, pero la vida no era solo jugar, también era el vivir de cada día con nuestra familia, con nuestro entorno.
Viví en una casa de vecinos, y de aquellos años, muchos recuerdos son inolvidables, una casa muy conocida como la Casa Honda en calle Real, pero son tantos recuerdos que en dos folios seria muy difícil recordarlos todos, lo que si se me viene mucho a la memoria es aquella calle Real cuando solo eran sus aceras de tierra e incluso si no recuerdo mal hasta la misma carretera, porque recuerdo que yo he jugado al pinche con una lima en la puerta de mi casa, en la calle Real, que después paso a ser de hormigón y jugábamos con una loseta al castillo, pero son tantos recuerdos, que incluso muchas veces podría decir, que hasta un libro escribí sobre todos ellos, e incluso hice dibujos de la casa donde viví por muchos años.

José Guzmán García


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 RELATO - Ana María Gómez

Lo que nunca olvidare...

¿Que recuerdo decido retener y que recuerdo desecho...? Después de todo lo que aquí se ha originado no lo podría decir... Creí haber olvidado gran parte de mi niñez y cuando llegué a este grupo y vi lo que mi gente de Puerto Real tenían guardadas en sus memorias… Y la mía se despertó. Y encontré todo tipo recuerdos... si hasta me parece haber olido y hasta haber saboreado tantas cosas que hoy seria imposible tener delante…
No me olvidare de mi guardería: iba a la Felipensa, fíjate… y me lo pase genial. Del cole que os cuento... la mejor parte de mi vida con diferencia... el SANTO ANGEL DE LA GUARDA... y sí que nos guardaba... que traviesas éramos. No nos gustaba rezar ,pero lo hacíamos todas las mañanas , no nos gustaba coser… y la hermana Catalina no nos dejaba levantar la cabeza del mantel, jajaja, ¿no quieres coles? pues plato lleno... Pero volvería con los ojos cerrados.
De mi barriada que contar, Leñadores - Las Palmeras - Cartabón, vaya triangulo mas perfecto... La CACHUCHA unía a las tres… el olor a fango, la sepina, el salitre, únicos... olores que son incomparables, para mi como si de la mejor de las fragancias se tratase... y de un punto a otro del pueblo.
Llegando mi adolescencia juega parte fundamental LAS CANTERAS, aunque ya de pequeña  pase ratos irrepetibles de juegos con mi tía y mi prima... no es hasta que voy a la escuela de las canteras que tomo contacto con este parque incomparable con cualquier parque... si entras temprano parece que el aire que respiras te acaricia los pulmones... no sé, es precioso, mágico… y de noche también… tiene algo que... muchos sabréis lo que quiero decir.....jajajaja.
En fin, y de las calles de esta villa ¿que?¿quien no ha visto jugar a los chiquillos al coger, a la lata, al elástico, a la pelota, y cuantos otros juegos que los niños de hoy no conocen ni el nombre....? LO QUE NUNCA OLVIDARE....no me puedo olvidar de nada(si el tiempo y mi mente me lo permiten) no quiero olvidarme de nada y lo que me gustaría es que sacáramos del baúl y desempolvaremos muchas de las costumbres de entonces… por ejemplo, en las navidades se pasaban la noche casa por casa con una pandereta sin necesidad de cotillón ni tanta floritura, el día de reyes, los vecinos desde muy tempranito ya tenían las puertas abiertas y los chiquillos de casa en casa viendo juguetes ... en verano las madres en la puerta al fresquito mientras los niños juegan para arriba y para abajo, sin miedo a nada ni a nadie... teníamos cine, teatro, biblioteca, animales en los parques y ... (hasta los pelos se me ponen de punta) esto ya no se ve, andamos con prisas, con miedos... solo queda el espíritu del pueblo que sigue latente... y para muestra este grupo.
NUNCA OLVIDARE ESTE GRUPO, porque nos habéis echo despertar de un letargo que no habíamos elegido... solo hizo falta una chispa para que ardiera el deseo de volver a ser lo que un día fuimos (como dice el himno) y si esto sigue adelante ahora si hay un antes y un después. Queremos ser un pueblo como el que era antes... lo que nunca olvidare es todo esto que ya os he dicho y el espíritu que tiene MI PUEBLO.
CUANDO SE HACE ALGO CON EL CORAZON... CON EL CORAZON DE MI PUEBLO... un beso a todos y a todas. Un gran, gran abrazo.                                                    

Ana Mary Gomez


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RELATO - Laura Alarcón

La casa de los jazmines

Para contar esta historia que quiero compartir con mi gente, antes, tengo que cerrar los ojos y como dice la canción, volver…
Ahí estoy, subiendo deprisa las escaleras del tobogán grande del porvenir, es por la mañana, hay muchos niños jugando, en los columpios, en la torre de cuadrados de hierro, en las “cunitas”, pero la estrella sin duda es aquél tobogán gigante con dos bajadas.
Subo hasta arriba, me siento, escucho a mi madre que me dice -¡agárrate bien!- y me deslizo suavemente hasta el final, que normalmente suele ser el suelo de albero del porvenir, que no se porqué extraña razón casi siempre había un pequeño hoyo lleno de agua.
Sigo jugando con mi hermana y otros niños hasta que llega la hora de irse.
Camino de casa, por la calle Sagasta, mientras que mi madre charlaba con una amiga, mi hermana y yo nos adentrábamos en lo que para nosotras era la casa del “fantasma”, era una casa con rejas rojas, con un bonito jardín que de vez en cuando tenía la reja de la puerta abierta y nos metíamos a hurtadillas para coger flores de jazmín.
Le decíamos la casa del “fantasma” porque a veces, por la puerta de la casa que estaba pasando el jardín de entrada, salía un hombre mayor y nos miraba pero nunca nos decía nada, y tanto mi hermana como yo salíamos corriendo de allí.
Hasta ahí sería una historia más de niños, pero cual fue mi sorpresa cuando unos pocos años después, no muchos, paseando con mi familia una noche de primavera llegamos hasta esa casa en la calle Sagasta, y en vez de llegar hasta el porvenir, destino que creí que llevábamos, mis padres se pararon y entramos.
¡Cómo nos quedamos mi hermana y yo cuando vimos a ese hombre mayor salir a recibirnos!
Estuvimos casi toda la noche allí con él, yo no lo entendía muy bien, lo que sí que me gustó que pudimos jugar a coger jazmines libremente esa noche.
Al final de la velada, nos despedimos de este amable señor y nos fuimos.
Al cabo del tiempo descubrí que este entrañable anciano era ni más ni menos que Don Antonio Muro Orejón, que de niña apenas le di importancia a aquella visita pero que hoy, siendo una “niña” más grande me siento orgullosa de haberlo conocido.
Ah! Por cierto, el jardín de jazmines de D.Antonio Muro tiene su secreto, pero eso es otra historia…